Los tsunamis pueden alcanzar alturas considerablemente altas en las costas debido a la naturaleza de las olas. En alta mar, los tsunamis tienen una baja amplitud pero una longitud de onda muy larga, lo que permite que la energía se concentre cuando se acercan a zonas más profundas, provocando un aumento espectacular en la altura de las olas.
Cuando los tsunamis avanzan en alta mar, pasan desapercibidos, con olas de solo unos centímetros, pero bajo la superficie transportan un máximo de energía. Al acercarse a las costas, el agua se vuelve menos profunda, esa energía debe ir a algún lugar, y ahí se convierte rápidamente en un problema. A medida que el fondo marino asciende, la velocidad de la ola disminuye considerablemente, para compensar, la altura de las olas aumenta drásticamente. En resumen, toda esa energía dispersada en una gran superficie en alta mar se comprime de golpe en una ola mucho más alta y poderosa cerca de la costa. Es esta transferencia rápida de velocidad a altura lo que explica cómo un tsunami discreto en medio del océano puede convertirse en un muro de agua destructivo cerca de las orillas.
Cuando la ola de un tsunami se acerca a la costa, se encuentra con las irregularidades del fondo marino: elevaciones, fosas o arrecifes. Estas irregularidades juegan un papel enorme en la forma en que la energía de la ola circula. Un relieve submarino abrupto, como una pendiente pronunciada o un arrecife, obliga al agua a ralentizarse repentinamente, provocando un apilamiento de agua y un aumento notable en la altura de las olas. Es un poco como cuando se conduce un coche: una pendiente brusca frena la velocidad, pero aumenta la presión sobre las ruedas delanteras. Por el contrario, un fondo marino poco profundo a lo largo de una larga distancia puede comprimir lentamente la energía, produciendo así olas muy altas a medida que se acercan a la costa. Todo se trata realmente de cómo los fondos marinos moldean el recorrido de la energía de las olas.
Algunos lugares actúan un poco como una caja de resonancia. Cuando una ola llega a una bahía o un puerto, la forma particular de la costa puede dar lugar a un fenómeno llamado resonancia costera. Imagina esto como un columpio: si empujas justo al ritmo correcto, vas a subir más alto sin mucho esfuerzo. Aquí, la ola "cae justo" en esta frecuencia de resonancia natural del lugar y su amplitud aumenta bruscamente. Resultado: una pequeña ola inofensiva que viene de mar adentro puede convertirse rápidamente en un muro de agua gigante cerca de las costas, sorprendiendo a todos por su magnitud. Este fenómeno explica por qué algunas costas a veces ven llegar tsunamis tan altos que parecen irreales.
Cuando el tsunami se acerca a la costa, puede encontrar corrientes costeras o una marea alta que lo refuerzan. Imagina una ola poderosa que llega justo en el momento de la marea alta: el agua ya elevada facilita una amplificación espectacular del fenómeno. Por el contrario, si la marea es baja o si la corriente costera es opuesta, esto puede frenar un poco el tsunami y quitarle parte de su energía. Las diferencias locales de marea también explican por qué algunas regiones recibirán una enorme ola devastadora, mientras que otras, justo al lado, estarán relativamente a salvo. Del mismo modo, algunas corrientes poderosas pueden desplazar lateralmente la energía del tsunami, orientándola hacia costas donde el impacto es entonces mucho más violento.
Los animales salvajes a veces tienen la asombrosa capacidad de prever la llegada de un tsunami, gracias a su sensibilidad a las vibraciones terrestres o a las variaciones de presión atmosférica, lo que a veces les permite huir a tiempo hacia el interior.
En 1958, un gigantesco deslizamiento de tierra en la bahía de Lituya en Alaska generó un tsunami que alcanzó la increíble altura de más de 500 metros — ¡la ola más alta jamás registrada!
El nivel del mar puede bajar de forma espectacular antes de la llegada de un tsunami, revelando a veces zonas que normalmente están bajo el agua; este fenómeno es una señal clara de alerta que debe incitar a evacuar rápidamente las costas.
El término 'tsunami' proviene del japonés 津波 — 'tsu' significa puerto y 'nami' ola, literalmente una 'ola de puerto', ya que estos fenómenos se notan primero por su violento impacto en las costas.
La altura exacta de un tsunami al acercarse a las costas es difícil de predecir con precisión, ya que depende en gran medida del relieve submarino, de la configuración del litoral y de otras interacciones locales como las corrientes costeras o las mareas. Sin embargo, los modelos numéricos modernos permiten obtener estimaciones razonables para alertar a las poblaciones en riesgo.
Entre los signos de advertencia, es común observar una caída rápida e inusual del nivel del mar, exponiendo así los fondos marinos. También puede haber una serie de olas inusuales o rápidas que llegan a la costa, lo que significa la inminente llegada de un tsunami.
No, no es automático. Solo los terremotos submarinos lo suficientemente poderosos y que impliquen un desplazamiento significativo del fondo marino pueden desencadenar tsunamis importantes. Muchos terremotos submarinos no tienen ningún efecto perceptible en la superficie del océano.
Una ola oceánica habitual, generada por el viento, tiene una baja cantidad de energía y solo afecta la superficie del agua. En cambio, un tsunami generalmente resulta de perturbaciones en el fondo marino, tiene una considerable profundidad de agua movilizada y transporta una energía inmensa a lo largo de grandes distancias.
Sí, un mismo tsunami puede recorrer largas distancias a través de un océano entero. Su propagación radial hace que pueda afectar varias costas distantes entre sí en diferentes momentos, a veces varias horas después de su origen.
En alta mar, los tsunamis tienen una longitud de onda muy grande y una amplitud baja, a menudo inferior a un metro. Esto los hace casi imperceptibles para los barcos que navegan en aguas profundas, lo que explica por qué a menudo pasan desapercibidos antes de acercarse a las costas.
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