Las olas se forman en el mar debido al viento que genera ondulaciones en la superficie del agua. Estas ondulaciones luego se propagan hacia la costa transportando energía, hasta que alcanzan zonas donde se rompen, formando así las olas que observamos en las playas.
Las olas en el mar se inician sobre todo gracias al viento. El viento sopla en la superficie del agua, la empuja y transfiere su energía al océano, lo que crea ondulaciones. Poco a poco, estas ondulaciones ganan fuerza y crecen hasta convertirse en verdaderas olas. Cuanto mayor es la distancia sobre la que sopla el viento (llamada zona de fetch), más grandes son las olas. A veces, un fenómeno excepcional puede generar olas impresionantes, como durante tormentas o terremotos submarinos (provocando tsunamis), pero en el día a día, es realmente el viento el que hace la mayor parte del trabajo.
Las olas que vemos llegar a la playa son principalmente energía en movimiento, no agua en sí misma que atraviesa todo el mar. Cada partícula de agua forma una especie de círculo bajo la superficie: gira en redondo en su lugar, pasando la energía a su vecina de al lado. En alta mar, cuando el agua es profunda, estos movimientos son más bien circulares, pero al acercarse a la costa, donde se vuelve poco profunda, estos círculos se deforman en ovalos. Cuanto más se eleva el fondo marino, más se alargan estos óvalos: la energía se concentra, se ralentiza un poco y empuja el agua hacia adelante, creando la famosa ola. Es como si la ola "sintiera" que el fondo se acerca: se ralentiza, crece, toma altura y finalmente rompe cuando se vuelve demasiado inestable cerca de la orilla. Las olas parecen venir directamente hacia la playa, pero en realidad, siempre siguen un camino influenciado por la forma del fondo marino y la propagación de la energía recibida.
La fuerza del viento es esencial: cuanto más sopla fuerte y durante más tiempo sobre una gran superficie, más altas se vuelven las olas. La zona donde el viento actúa, llamada fetch, determina el tamaño final de la ola. Un viento intenso pero breve producirá pequeñas olas agitadas, mientras que un viento moderado soplando durante mucho tiempo sobre una amplia extensión formará grandes olas regulares. Y una vez lanzada, la ola no cambia fácilmente de dirección. Continúa en línea recta hasta encontrarse con corrientes marinas, la forma del fondo marino o obstáculos naturales que modifican su trayectoria. El fondo marino, especialmente cuando la ola se acerca a la costa, influye enormemente en su altura final y su forma: un fondo poco profundo la ralentiza y la hace más alta y curva. Por último, las corrientes oceánicas pueden amplificar o frenar las olas, haciéndolas a veces impredecibles.
Cuando dos olas se encuentran en el mar, sus alturas pueden sumarse o restarse: esto se llama interferencia. Si las crestas de las dos olas coinciden exactamente, se refuerzan, formando una ola más grande (interferencia constructiva). Por el contrario, cuando una cresta encuentra un valle, las olas se neutralizan en parte, perdiendo así gran parte de su energía y produciendo una ola menos alta (interferencia destructiva). Estos encuentros crean los patrones complejos y variados que se observan en la superficie del mar. Al llegar a la costa, estos efectos de interferencia influyen fuertemente en la forma de las olas, creando a veces series regulares donde algunas olas parecen más grandes que otras, o por el contrario, un océano caótico con olas en todas direcciones.
Cuando las olas llegan cerca de las costas, entran en contacto con un fondo marino cada vez más profundo. Esto frena su base, pero su parte superior continúa avanzando, empujando el agua hacia arriba. Resultado: la ola se vuelve cada vez más alta hasta romperse, creando el efecto de rompiente. Este fenómeno ejerce una verdadera fuerza mecánica sobre el litoral, capaz de transportar y mover arena, guijarros o pequeñas piedras: es lo que se llama erosión costera. A largo plazo, las olas esculpen así la costa, dando lugar a formaciones impresionantes como los acantilados, las calas y las playas. Pero no se detiene ahí: la energía de las olas también tiene una influencia directa en los ecosistemas costeros al agitar regularmente los nutrientes y oxigenar el agua.
Cuando una ola se acerca a la orilla, se desacelera debido a la poca profundidad del fondo marino. Esto acorta la distancia entre las olas sucesivas, haciéndolas más altas y provocando así su famosa forma de tubo antes de romperse.
Las olas más grandes registradas, llamadas olas traicioneras o olas monstruo, pueden alcanzar más de 30 metros de altura y a menudo aparecen sin previo aviso, causadas por fenómenos particulares de interferencia constructiva entre varias olas pequeñas.
Aunque el viento a menudo se considera el principal motor de las olas, estas también pueden formarse por fenómenos geológicos como los terremotos submarinos, produciendo así olas particularmente poderosas llamadas tsunamis.
Se estima que, en promedio, una ola puede recorrer varios miles de kilómetros a través del océano antes de llegar a la costa, transportando así la energía acumulada a lo largo de su trayecto.
Las olas juegan un papel importante en la erosión de las costas al transportar continuamente arena y otros materiales. El impacto repetitivo de las olas en los acantilados y las playas provoca gradualmente el desgaste, el retroceso de estas zonas y la modificación del paisaje costero.
La marejada es un conjunto de olas regulares generadas por una tormenta lejana, que se propaga más allá de la zona de viento, mientras que una ola ordinaria puede ser de variedad local, influenciada directamente por el viento y desapareciendo una vez que este se calma.
La altura de las olas en una playa depende principalmente de la profundidad submarina, del relieve submarino frente a la costa, de la orientación geográfica y de la distancia recorrida por las olas (fetch). Una configuración submarina abrupta favorece olas poderosas, mientras que fondos suavemente inclinados favorecen olas más pequeñas.
Antes de una tormenta, vientos fuertes y duraderos soplan sobre una gran zona oceánica. Estos vientos aumentan progresivamente la energía transferida al agua y crean así olas más altas y poderosas que pueden alcanzar las costas.
Sí, las olas pueden cambiar de dirección debido a un fenómeno llamado refracción. Este fenómeno ocurre cuando las olas entran en zonas de aguas de profundidades variables. La parte de la ola en el agua poco profunda se desacelera, lo que hace que la ola se curve y se realinee con la costa.
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