Las papas germinan en respuesta a señales del ambiente como la temperatura y la humedad, este proceso permite que la planta se reproduzca y se propague.
Las patatas se reproducen naturalmente sin semillas, gracias a sus tubérculos. Cada tubérculo posee varios pequeños huecos llamados ojos. Estos ojos contienen yemas listas para brotar. Cuando las condiciones se vuelven favorables, estas yemas brotan y dan lugar a nuevos brotes. Una vez sembrado, cada brote crece y forma una planta entera capaz de producir otros tubérculos. Así es como la patata se multiplica simplemente clonando su tubérculo original.
Las patatas adoran la humedad y el calor moderado para germinar. Cuando la temperatura sube por encima de 10°C, comienzan a despertarse: demasiado calor (por encima de 20°C) acelera este fenómeno, pero es realmente alrededor de 15°C donde es ideal. Por el contrario, un lugar fresco (por debajo de 5°C) frena la germinación, sin detenerla completamente. La luminosidad juega un papel discreto pero decisivo: demasiada luz hace que los tubérculos germinen en busca de la oscuridad del suelo. Almacenadas en un armario oscuro, seco y bien ventilado, las patatas permanecen tranquilas durante mucho más tiempo.
Las patatas germinan principalmente debido a pequeñas moléculas llamadas hormonas vegetales. Entre ellas, las giberelinas juegan un papel esencial al despertar el tubérculo "dormido" para decirle que es hora de crecer. Por el contrario, el ácido abscísico actúa como un freno, impidiendo la germinación hasta que las condiciones no sean óptimas. Cuando el equilibrio entre estas hormonas se inclina hacia las giberelinas, los brotes aparecen y comienzan a crecer. Otra molécula importante es la auxina, que está implicada en el alargamiento de las células y el desarrollo rápido de los brotes. En resumen, es esta danza hormonal la que indica a tu vieja patata olvidada en el fondo del armario que es el momento de hacer crecer sus pequeños brotes.
Las patatas germinadas contienen solanina, una sustancia tóxica que puede provocar problemas digestivos desagradables como dolores de estómago, diarreas o náuseas. La solanina se concentra especialmente bajo la piel, alrededor de los brotes y en las partes verdes del tubérculo. Si las consumes en grandes cantidades, incluso puedes experimentar síntomas más molestos: mareos, trastornos neurológicos o sensaciones de ardor en la garganta. Generalmente, se aconseja simplemente retirar generosamente los brotes y todas las zonas verdes antes de cocinar, o bien no consumir en absoluto las patatas que están demasiado germinadas y arrugadas.
Guardar una manzana cerca de tus patatas almacenadas puede favorecer su germinación. De hecho, las manzanas liberan de forma natural etileno, una hormona vegetal que acelera el proceso de germinación de diversos vegetales, incluyendo las patatas.
La germinación de la patata es el resultado de un mecanismo natural de la planta para asegurar su reproducción. Cada brote tiene el potencial de dar lugar a una nueva planta completa, genéticamente idéntica a la planta madre.
Las patatas pertenecen a la misma familia botánica (Solanáceas) que el tomate, la berenjena y el pimiento. Sin embargo, a diferencia de los frutos de estas otras plantas, el fruto aéreo de la patata es tóxico y no debe ser consumido.
Cuando una papa se pone verde, a menudo se debe a una exposición prolongada a la luz. Esta coloración verde indica la presencia de solanina, una sustancia tóxica que puede causar trastornos digestivos, por lo que es importante quitar generosamente las partes verdes antes de consumirla.
Aunque técnicamente sea posible plantar estas patatas germinadas, los resultados serán inciertos, ya que estos tubérculos a menudo son tratados contra la germinación y las enfermedades. Es preferible utilizar patatas certificadas 'semilla', especialmente destinadas al cultivo con una garantía de rendimiento óptimo.
Para retrasar la germinación, conserve sus patatas en un lugar fresco (entre 4 y 10 grados Celsius), oscuro, seco y bien ventilado, como un sótano o una despensa. Evite las zonas húmedas, luminosas o cálidas que aceleran este proceso.
Cuando las patatas están expuestas a la luz, producen más clorofila, lo que provoca ese aspecto verdoso. Este proceso generalmente se acompaña de un aumento de solanina, una sustancia tóxica. Por eso, se recomienda eliminar completamente las zonas verdes antes de cocinarlas, e incluso no consumir estas patatas en caso de un verdor significativo.
Aquí tienes la traducción al español: Si los brotes son pequeños (menos de 1 cm aproximadamente) y pocos, basta con retirarlos con cuidado, así como cualquier verdor alrededor, antes de cocinarlos. Sin embargo, cuando presentan brotes importantes, es mejor evitar su consumo debido a su alta concentración de solanina, una toxina natural que puede provocar trastornos digestivos o neurológicos.
En muchos casos sí, porque las patatas biológicas no se tratan con inhibidores químicos de la germinación. Por lo tanto, en condiciones iguales, tienden a germinar un poco más rápido.
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Question 1/5