Las algas pueden ser utilizadas para fabricar biocombustibles ya que son ricas en lípidos o carbohidratos, esenciales para la producción de combustibles renovables.
Las algas, y en particular las microalgas, tienen un superpoder: producir naturalmente en sus células aceites vegetales muy energéticos. Algunas especies pueden contener hasta el 50 al 70 % de su peso en aceites, ¡lo que hace soñar a los productores de biocombustibles! Estos aceites pueden ser extraídos fácilmente y luego transformados en biodiésel con un rendimiento impresionante. En cantidades iguales, las algas superan claramente a los cultivos tradicionales como la colza, la soja o el girasol, con una cantidad de aceite por hectárea notablemente superior, lo que hace que su rentabilidad energética sea mucho más interesante que la de los cultivos clásicos.
Las algas tienen una velocidad de crecimiento impresionante en comparación con los cultivos terrestres clásicos. Algunas especies duplican su biomasa en solo unas pocas horas o días en condiciones ideales. Resultado: una productividad anual por hectárea ampliamente superior a las fuentes tradicionales como la soja o el maíz. A menudo logran rendimientos varias veces más altos, lo que es, evidentemente, una gran ventaja. En resumen, su rápido crecimiento permite obtener un máximo de biomasa rica en energía en una pequeña superficie cultivada.
Las algas no son exigentes: a diferencia de otras plantas que requieren mucho, crecen fácilmente donde nada más puede vivir. Por lo tanto, se pueden cultivar en tierras infértiles o demasiado saladas, o simplemente en estanques llenos de agua de mar. ¡No es necesario utilizar tierras agrícolas vitales para producir nuestro combustible verde! Además, esto permite ahorrar agua dulce, un recurso valioso. No está mal para una planta marina, ¿verdad?
Las algas cultivadas para biocombustibles no compiten con los cultivos alimentarios: no se sacrifican campos de cereales o verduras para producirlas. Lo genial es que pueden crecer en medio acuático, a menudo en agua salada o salobre, lugares impropios para los cultivos clásicos. Como resultado, no es necesario utilizar tierras fértiles importantes para la alimentación humana. En resumen, cultivar algas para fabricar combustible ayuda a preservar los recursos agrícolas y reduce el riesgo de aumentar el costo de los alimentos esenciales, como ha sido el caso con algunos otros biocombustibles.
Las algas absorben una gran cantidad de CO2 durante su desarrollo, lo que les permite capturar una buena parte de las emisiones que calientan la atmósfera. Además, cuando se produce biocombustible a partir de algas, el carbono liberado durante el uso proviene directamente de aquel que fue captado poco antes por estas mismas algas. Resultado: un impacto mucho menor en el clima en comparación con los combustibles fósiles clásicos. Con ellas, se limitan seriamente las emisiones de gases de efecto invernadero, simplemente porque el ciclo del carbono se vuelve casi cerrado. Menos gases nocivos en el aire, es un planeta mucho más feliz.
Algunas aerolíneas ya han probado con éxito vuelos impulsados por biocombustibles derivados de algas, demostrando así la posible fiabilidad de estos combustibles alternativos a gran escala.
Unos investigadores han demostrado que las algas cultivadas en solo el 1 % de la superficie agrícola mundial podrían producir suficiente biocombustible para satisfacer la demanda global de combustibles líquidos.
Las algas utilizadas para producir biocombustible absorben eficazmente el CO₂ durante su crecimiento. Así, una hectárea de algas puede capturar tanto CO₂ como varias hectáreas de bosque.
Utilizando aguas residuales municipales ricas en nutrientes para cultivar algas destinadas a biocombustibles, es posible purificar estas aguas y producir energía renovable simultáneamente.
Actualmente, los principales desafíos son de orden tecnológico y económico. Los procesos de extracción de aceite y de transformación siguen siendo costosos. Además, aún se debe mejorar más el rendimiento energético de las algas para optimizar su viabilidad económica.
Sí, las algas absorben CO₂ durante su desarrollo, contribuyendo así a reducir la cantidad de este gas de efecto invernadero en la atmósfera. Además, al crecer rápidamente en tierras no utilizadas, no ejercen presión sobre los recursos alimentarios o los bosques, a diferencia de otros biocombustibles.
Aunque es prometedor, el biocombustible de algas aún no se produce a gran escala. Sin embargo, las investigaciones muestran que su potencial puede contribuir considerablemente a reducir nuestra dependencia de los combustibles fósiles, aunque no los reemplace de inmediato y de forma total.
Gracias a su crecimiento extremadamente rápido, algunas especies de algas pueden ser cosechadas en solo unos pocos días o semanas. La producción completa, incluyendo el cultivo, la cosecha y la transformación en biocombustible, se puede realizar en un período relativamente corto en comparación con otras plantas energéticas.
Las algas son muy adaptables y pueden cultivarse en diversas condiciones, incluyendo regiones áridas, en tierras no cultivables o incluso en agua marina. Esta flexibilidad reduce considerablemente su competencia por las tierras agrícolas tradicionales.
La mayoría de los biocarburantes a base de algas utilizan microalgas debido a su alta productividad, rica en lípidos (aceites) y facilidad de cultivo a gran escala.
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