Algunos alimentos como el ajo y la cebolla contienen compuestos de azufre que se absorben en la sangre y se transportan a los pulmones. Estos compuestos luego se expulsan al exhalar, lo que provoca mal aliento.
Cuando se comen ciertos alimentos, la digestión y las bacterias bucales entran en juego y liberan moléculas de azufre volátiles, como el sulfuro de hidrógeno o el metilmercaptano. Son ellas las que provocan ese olor poco agradable. El azufre es el principal culpable: cuando las bacterias descomponen las proteínas alimentarias, liberan estos compuestos de azufre muy olorosos. Algunos alimentos como el ajo, la cebolla o el queso también producen directamente compuestos de fuerte olor que pasan rápidamente a la sangre, luego a los pulmones, de donde proviene su persistencia en el aliento mucho tiempo después de la comida. Es esta mezcla de bacterias, digestión y química alimentaria la que acaba dejando este desagradable recuerdo en la boca.
Algunos alimentos como el ajo o la cebolla están llenos de compuestos sulfurosos de fuerte olor. Cuando los masticas, estos compuestos liberan sustancias volátiles malolientes, como la alicina o los sulfuros de alilo. Estas moléculas pasan fácilmente a tu sangre y luego salen en parte a través de tu respiración: resultado, un aliento persistente durante varias horas. Lo mismo ocurre con algunos quesos fuertes, que contienen ácidos grasos de olores pronunciados. El café, con su riqueza en compuestos aromáticos, también deja a veces en tu boca un olor tenaz al secar la saliva. Otros alimentos picantes o el alcohol pueden modificar tu equilibrio salival y favorecer temporalmente un aliento desagradable.
Puede que hayas notado que cuando digieres ciertos alimentos, tu aliento se ve afectado. Es normal: durante la digestión, compuestos olorosos pasan de tu estómago a tu circulación sanguínea y luego llegan a tus pulmones. Una vez allí, estos compuestos entran en tu aliento con cada expiración, y ¡pum!: el mal olor aparece. Este proceso explica por qué alimentos como el ajo, la cebolla o ciertas especias dejan un perfume muy particular durante horas, incluso después de haberte cepillado los dientes. Otros alimentos, más difíciles de digerir como las carnes grasas o ciertos quesos, también provocan mal aliento cuando tu sistema digestivo tiene un poco de dificultad. Se ralentiza, fermenta, y ¡boom!: los gases malolientes suben.
La boca está naturalmente poblada por un montón de bacterias: algunas son bastante simpáticas, pero otras son claramente menos agradables. Cuando comemos ciertos alimentos, estas bacterias aprovechan los restos atrapados entre nuestros dientes para alimentarse. Al hacer esto, degradan especialmente las proteínas en compuestos sulfurosos que huelen bastante mal, como el famoso sulfuro de hidrógeno que recuerda un poco al olor de huevos podridos. A estas bacterias también les encantan los alimentos azucarados que les permiten multiplicarse aún más rápido. En resumen, cuanto más fiestean las bacterias sobre los residuos alimentarios en tu boca, más producen estos gases odorantes responsables del mal aliento.
Para limitar el mal aliento, puedes privilegiar ciertos alimentos como las manzanas o las zanahorias crudas: al morder estos alimentos fibrosos, estimulas tu saliva y reduces temporalmente la cantidad de bacterias responsables de los olores. Beber mucha agua también ayuda a mantener la boca bien hidratada, lo que mejora el aliento. Algunos alimentos contienen sustancias naturalmente refrescantes, como el perejil, la menta fresca o el té verde, efectivos para enmascarar o neutralizar temporalmente los olores fuertes. Por el contrario, es mejor reducir las cantidades de proteínas animales muy grasas, ya que favorecen la producción de compuestos sulfurosos malolientes durante su digestión. También evita consumir con demasiada frecuencia alimentos muy azucarados o pegajosos, que alimentan directamente a las bacterias bucales. Tener a mano yogur natural sin azúcar puede ser también un buen truco: los probióticos presentes limitan el desarrollo de las malas bacterias en la boca.
El yogur natural sin azúcar, consumido regularmente, puede reducir el mal aliento gracias a los probióticos que contiene, capaces de disminuir la cantidad de bacterias responsables de los malos olores en la boca.
Beber suficiente agua ayuda a limitar el mal aliento al diluir los compuestos odoríferos presentes en la boca y al reducir la sequedad bucal, propicia para la proliferación de bacterias.
Ciertos alimentos ricos en fibra, como las manzanas o las zanahorias crudas, ayudan a limpiar los dientes al estimular la producción de saliva y favorecer la eliminación de las partículas de alimentos responsables de los olores desagradables.
El té verde contiene sustancias antioxidantes, llamadas polifenoles, que son particularmente efectivas para ralentizar el desarrollo de las bacterias bucales responsables del mal aliento.
Los productos lácteos pueden efectivamente empeorar temporalmente el mal aliento, debido a las proteínas y lactosa que contienen, las cuales favorecen la proliferación bacteriana en la boca cuando se estancan. Beber agua o masticar chicles sin azúcar después de su consumo a menudo ayuda a mitigar estos efectos.
Algunos alimentos ricos en azúcares, proteínas o compuestos sulfurosos proporcionan un entorno propicio para las bacterias bucales que producen compuestos volátiles malolientes al descomponerlos. Así, los hábitos alimentarios influyen directamente en el equilibrio de esta flora bacteriana.
Sí, algunos alimentos como el perejil, la menta, las manzanas o incluso beber té verde ayudan a neutralizar temporalmente los malos olores bucales gracias a sus propiedades antibacterianas o su capacidad para neutralizar ciertos compuestos volátiles odoríferos.
La sensibilidad individual al mal aliento depende de factores como la flora bucal única de cada persona, la tasa de salivación, la salud digestiva y la capacidad de metabolización específica de ciertos compuestos volátiles. Esto explica por qué, después de haber comido los mismos alimentos, los individuos reaccionan de manera diferente.
Ciertos olores provienen directamente del tubo digestivo o respiratorio, en relación con los compuestos químicos presentes en la alimentación. Así, el olor puede persistir a pesar de una buena higiene dental, especialmente después del consumo de ajo, cebolla o especias fuertes.
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Question 1/5