La superficie tranquila del agua de un lago en tiempos ventosos se debe a un fenómeno llamado estratificación térmica. De hecho, los vientos superficiales no logran alcanzar las capas más profundas donde el agua permanece relativamente inmóvil, lo que da la impresión de calma en la superficie a pesar del viento.
Cuando un lago recibe viento, a primera vista debería crear fácilmente pequeñas olas. Pero la superficie del agua tiene una especie de piel suave llamada tensión superficial, que proviene de las interacciones entre sus moléculas. Esta piel actúa como una fina membrana elástica, resistente a los pequeños movimientos impuestos por el aire que desliza sobre la superficie. Así que incluso con un poco de viento, esta resistencia limita los efectos visibles en el agua, haciendo que el lago mantenga su aspecto tranquilo y plano. Se necesita un viento lo suficientemente fuerte o persistente para superar esta barrera natural y realmente crear olas visibles.
Justo encima del agua de un lago, el viento encuentra una zona llamada la capa límite de aire. Es una fina capa donde la velocidad del viento disminuye notablemente debido a la fricción con la superficie del lago. Este ralentizamiento bloquea parte de la energía del viento, lo que reduce las turbulencias directamente en la superficie del agua. Como resultado, incluso cuando sopla fuerte, esta delgada capa actúa como un pequeño cojín protector, impidiendo la aparición inmediata de grandes olas. Este mecanismo explica por qué a veces, a pesar de que hay viento, el agua parece sorprendentemente tranquila en la superficie.
El agua es relativamente densa: esta viscosidad actúa como una especie de amortiguador natural que limita el efecto del viento en su superficie. En resumen, cuando el viento intenta empujar el agua, esta resiste gracias a la fricción interna que reduce las perturbaciones. La inercia es la tendencia del agua a permanecer tranquila. Para formar olas visibles, la energía debe ser suficiente para superar esta inercia. Por lo tanto, un viento ligero o moderado a menudo tendrá dificultades para generar algo más que pequeñas ondulaciones. Por eso, incluso si hay un poco de viento, el agua puede parecer sorprendentemente tranquila, calma en la superficie, sin verdaderas olas.
La forma del lago influye mucho en la apariencia tranquila del agua. Un pequeño lago rodeado de colinas o árboles estará mucho menos expuesto al viento, lo que limita directamente la formación de olas. Cuanto más altos o boscosos sean los bordes, más funcionan como una barrera protectora natural contra el viento. Además, la profundidad del lago también es importante: los lagos profundos pueden absorber de manera efectiva la energía de las olas en profundidad, limitando así la agitación en la superficie. Sin olvidar que la forma misma del fondo también puede amortiguar o acentuar ciertas olas según su relieve. Por eso, a veces se observan rincones muy tranquilos, incluso con ráfagas.
La profundidad del agua influye fuertemente en la formación de las olas: un lago poco profundo tenderá a presentar olas más cortas y se calmará más rápidamente después de una ráfaga de viento.
La tensión superficial del agua, debido a la atracción entre las moléculas de agua en la superficie, es lo suficientemente poderosa como para resistir parcialmente el impacto de un viento ligero, explicando por qué algunos lagos mantienen un aspecto tranquilo incluso en condiciones de viento moderado.
Algunos lagos están naturalmente protegidos del viento gracias a los relieves circundantes (bosques, colinas), que actúan como pantallas naturales y contribuyen a mantener una superficie tranquila a pesar de las condiciones meteorológicas agitadas en otros lugares.
Los científicos a menudo utilizan la aparición de olas en los lagos como un indicador informal de la intensidad del viento local, ayudando a estimar la velocidad del viento sin instrumentos especializados.
Las plantas acuáticas actúan como una barrera natural al reducir el efecto del viento sobre el agua, limitando así la energía transmitida a las olas y contribuyendo de manera efectiva a una superficie de apariencia tranquila.
En los océanos, el viento tiene una gran extensión para transmitir su energía al agua, lo que genera olas más imponentes; en un lago, las distancias limitadas, así como la influencia estabilizadora de las orillas y el fondo, producen olas más pequeñas e irregulares, incluso casi inexistentes.
Sí, las características topográficas como las orillas, la vegetación periférica y la profundidad del lago crean un efecto estabilizador. Reducen la energía del viento y limitan el desarrollo de grandes olas, dando así una apariencia tranquila a la superficie del lago.
La temperatura afecta la densidad y la viscosidad del agua. El agua más fría es generalmente más densa y un poco más viscosa, lo que aumenta la resistencia al movimiento y favorece una superficie más tranquila, incluso bajo el efecto del viento.
Incluso en apariencia tranquila, la superficie del agua a menudo presenta ondulaciones debido a micro-turbulencias generadas por el viento, en interacciones con la tensión superficial y la viscosidad natural del agua.

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