La lluvia puede limpiar el aire contaminado ya que, al caer, captura los contaminantes presentes en la atmósfera y los lleva al suelo. Este proceso, llamado 'lavado atmosférico', contribuye a mejorar la calidad del aire al eliminar parte de las sustancias nocivas.
La lluvia actúa como una especie de ducha natural para la atmósfera, capturando al caer muchos de los contaminantes presentes en el aire. Cuando las gotas de agua atraviesan el aire, capturan un poco en el camino las partículas finas o los gases disueltos provenientes de la contaminación. Una vez cargadas de estos contaminantes, las gotas caen al suelo, limpiando el aire de parte de sus impurezas. Este proceso de limpieza natural ayuda así a reducir la contaminación atmosférica, haciendo a veces que el aire sea más respirable después de un buen aguacero. Pero atención, no es perfecto; algunas contaminaciones resisten a las gotas de lluvia y persisten después de la lluvia.
Cuando las gotas de lluvia caen, capturan en su paso algunos gases contaminantes presentes en el aire, en particular el dióxido de azufre (SO₂) y los óxidos de nitrógeno (NOx). Estos gases son solubles en agua y se disuelven fácilmente en ella, un poco como el azúcar en tu café. Luego, una parte puede reaccionar químicamente en las gotas para formar sustancias ácidas diluidas que caen al suelo en forma de lluvias ligeramente ácidas. Aunque no siempre lo notes, este fenómeno reduce considerablemente las concentraciones de estos contaminantes gaseosos en la atmósfera durante y después de las lluvias, haciendo que el aire sea un poco más respirable.
Cuando la lluvia cae, las gotas arrastran consigo una gran parte de las partículas finas presentes en el aire. Estas partículas, a menudo provenientes del tráfico rodado, de la calefacción urbana o de actividades industriales, flotan en suspensión y hacen que el aire sea insalubre. Al atravesar la atmósfera, las gotitas capturan estas partículas y las devuelven al suelo: esto se llama lavado atmosférico. Cuanto más intensamente llueve, más eficaz es este lavado natural, haciendo que temporalmente el aire sea más respirable. Pero cuidado, este fenómeno ofrece un respiro pasajero solamente, porque tan pronto como la lluvia se detiene, las partículas vuelven a acumularse.
Cuando las fuertes lluvias caen sobre las ciudades, tienden a dar un verdadero soplo de aire fresco. De hecho, capturan todo tipo de partículas contaminantes en suspensión en el aire, como el polvo, los metales pesados o los residuos de los tubos de escape. Una buena lluvia puede, por lo tanto, reducir drásticamente el famoso smog urbano, esa bruma sucia que todos odiamos. Después de una buena lluvia, generalmente se respira mejor en la ciudad, simplemente porque el aire se vuelve menos cargado, más limpio. Sin embargo, no es mágico: este efecto positivo a menudo es temporal. Tan pronto como la lluvia se detiene, especialmente en caso de tráfico o actividad industrial intensa, los niveles de contaminación pueden volver a aumentar rápidamente.
La lluvia no hace milagros: no limpia el aire de forma definitiva. Aunque retira temporalmente las partículas finas y algunos gases contaminantes, estos pueden acabar en el suelo o en los cursos de agua. Un buen ejemplo son las lluvias ácidas, cuando los contaminantes capturados hacen que la lluvia sea más ácida, dañando la vegetación, degradando los edificios o acidificando los ríos. Además, los contaminantes depositados en el suelo pueden contaminar los campos o los acuíferos. Y, por supuesto, en cuanto deja de llover, la concentración de contaminantes sube rápidamente, sobre todo en la ciudad. En resumen, es eficaz a corto plazo, pero claramente no es una solución sostenible o suficiente para resolver los problemas de contaminación atmosférica.
¿Sabías que el olor específico que se siente después de la lluvia se llama petrichor? Proviene en parte de compuestos químicos liberados por el suelo húmedo después de un período seco.
Un estudio realizado en varias grandes ciudades ha demostrado que una fuerte lluvia puede reducir hasta un 60% la cantidad de partículas finas en suspensión en el aire en solo unas pocas horas.
Las primeras gotas de lluvia después de un período seco pueden, a veces, acentuar temporalmente la contaminación atmosférica al hacer que los contaminantes acumulados en las capas superiores de la atmósfera caigan al suelo.
Algunos países utilizan la lluvia artificial, también conocida como siembra de nubes, para acelerar la purificación del aire durante episodios de contaminación particularmente severos.
La lluvia contribuye temporalmente a mejorar la calidad del aire al limpiar los contaminantes atmosféricos. Sin embargo, esto no reemplaza soluciones sostenibles como la reducción de las emisiones de contaminantes en su origen.
Ciertas sustancias químicas contaminantes solubles pueden contaminar los suelos, los cursos de agua e impactar la flora y la fauna tras su lixiviación. Además, las lluvias ácidas causadas por la absorción de gases como el dióxido de azufre pueden dañar edificios, suelos o vegetación.
La mejora es generalmente temporal, variando de unas pocas horas a unos días según la intensidad del tráfico urbano, las actividades industriales y las condiciones meteorológicas posteriores.
Sí, las lluvias intensas a menudo generan un efecto de lixiviación más pronunciado gracias a una mejor captación y eliminación de las partículas finas presentes en el aire en comparación con una llovizna ligera.
No, la lluvia es eficaz principalmente contra las partículas finas y ciertos gases solubles en agua, pero algunos contaminantes menos solubles o gaseosos requieren otros mecanismos naturales o artificiales para ser eliminados.
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