Los incas utilizaban terrazas agrícolas escalonadas para cultivar sus tierras debido a la alta altitud de sus territorios. Gracias a estas terrazas, podían crear diferentes zonas climáticas según la altitud, lo que favorecía el cultivo de diferentes plantas que requerían condiciones específicas.
La cordillera de los Andes presenta un relieve abrupto, con pendientes pronunciadas y valles estrechos que no son ideales para cultivar fácilmente. Las zonas planas naturales, raras y dispersas, no eran suficientes para alimentar a una población numerosa. Para lograr producir mucha comida, los incas decidieron transformar los laderas montañosas en terrazas agrícolas escalonadas, formando como inmensas escaleras esculpidas en la montaña. Sin esto, era imposible utilizar plenamente estas tierras abruptas para cultivar algo. Estas terrazas les permitieron, por lo tanto, dominar su entorno, haciendo cultivables terrenos de difícil acceso y con fuerte pendiente.
Los incas habían comprendido algo astuto: con sus terrazas en escalera, captaban y gestionaban mejor el agua de lluvia, un recurso bastante raro en los Andes. Las plataformas planas asociadas a los muros de piedra permitían que el agua se infiltrara lentamente en lugar de fluir rápidamente hacia abajo de la montaña. Gracias a este sistema, la humedad permanecía más tiempo en los suelos, garantizando una irrigación natural y constante de los cultivos. También cavaban pequeños canales para distribuir el agua de manera eficiente entre las terrazas según sus necesidades. Resultado: menos desperdicio de agua, una producción agrícola estable y rendimientos robustos incluso en medio de las montañas escarpadas.
Las terrazas agrícolas en escalera protegen los suelos de la erosión causada por las fuertes lluvias y los rápidos escorrentías en la montaña. Al crear superficies planas, ralentizan el flujo del agua, lo que evita que la tierra fértil sea arrastrada hacia abajo de la pendiente. Cada nivel retiene la capa superior rica en materia orgánica, esencial para una buena fertilidad. Además, los muros de piedra construidos por los incas para mantener estas terrazas también sirven como protección al retener la tierra y limitar su desplazamiento hacia abajo. Esta gestión ingeniosa permitía a los incas cultivar en el mismo suelo durante mucho tiempo sin empobrecerlo rápidamente.
En los Andes, cuanto más subes, más frío hace. Los incas lo entendían bien y creaban terrazas escalonadas en altura para cultivar muchas cosas diferentes, cada una adaptada a una temperatura precisa. Abajo, cultivaban cosechas que aman el calor, como el maíz o los frijoles. Más arriba, donde hace más fresco, plantaban más bien verduras resistentes al frío como las papas o algunos tubérculos robustos. En resumen, jugando con los niveles de las terrazas, disfrutaban tranquilamente de pequeños microclimas para cultivar muchos alimentos variados en una misma región montañosa.
Al construir sus campos en terrazas, los incas han multiplicado inteligentemente el espacio cultivable en terrenos montañosos con limitaciones significativas en la base. En lugar de un terreno inclinado inutilizable, crearon pequeños mesetas escalonadas, cultivadas por separado. Esta técnica permitió aprovechar cada centímetro cuadrado disponible, lo que naturalmente llevó a rendimientos agrícolas mucho mejores. Plantaban principalmente maíz, papas y quinua, utilizando al máximo los recursos disponibles. Con estas terrazas, las cosechas eran significativamente más abundantes y regulares. Resultado: más comida producida y una población mejor alimentada, sin necesidad de cambiar fundamentalmente el entorno natural.
Algunas terrazas agrícolas incas construidas hace más de 500 años todavía son utilizadas hoy en día por los agricultores de los Andes, lo que atestigua su excepcional ingeniería y durabilidad.
Los incas utilizaban sistemas complejos de drenaje e irrigación integrados en sus terrazas agrícolas, lo que les permitía controlar de manera efectiva el agua de lluvia y las aguas de deshielo de los glaciares.
Las terrazas agrícolas incas no solo permitían producir alimentos, sino también crear microclimas favorables para el cultivo de más de 20 tipos diferentes de maíz.
Las paredes de piedra de las terrazas incas también funcionaban como un medio eficaz para absorber y almacenar el calor durante el día, liberándolo lentamente por la noche para proteger las plantas del frío.
Las técnicas agrícolas de los incas, en particular las terrazas en escalera, han inspirado métodos de gestión sostenible de suelos y agua, que aún se utilizan hoy en día en las regiones montañosas para prevenir la erosión y mejorar los rendimientos agrícolas.
Los incas utilizaban una ingeniosa red de canales de riego interconectados, que permitía llevar el agua de las fuentes montañosas hasta las parcelas agrícolas situadas a diferentes altitudes, asegurando una distribución óptima y evitando cualquier desperdicio.
Sí, algunas comunidades andinas continúan utilizando y manteniendo las terrazas agrícolas construidas por los incas. Estas infraestructuras demuestran su gran durabilidad y su relevancia ecológica incluso siglos después.
Absolutamente, las terrazas agrícolas incas favorecen la biodiversidad, reducen la erosión del suelo, mejoran la retención de agua y permiten una adaptación efectiva a los microclimas, contribuyendo así a una agricultura sostenible y respetuosa con el medio ambiente.
Los incas cultivaban principalmente papas, maíz, quinoa, frijoles e incluso algunas plantas medicinales. Estos cultivos estaban adaptados a las variaciones climáticas y a la altitud de los Andes.
0% de los encuestados pasaron este cuestionario completamente!
Question 1/5