Las cenizas volcánicas contienen minerales esenciales como fósforo, potasio y calcio, que son beneficiosos para el crecimiento de las plantas. Además, estas cenizas favorecen la retención de agua y mejoran la estructura del suelo, convirtiéndolas en un fertilizante natural eficaz.
Cuando un volcán explosivo lanza sus cenizas, libera una buena cantidad de elementos minerales esenciales como el fósforo, el potasio, el calcio, el magnesio e incluso el hierro. Todos estos elementos actúan como verdaderos fertilizantes naturales, indispensables para el crecimiento de las plantas. Por ejemplo, el fósforo impulsa el desarrollo de las raíces, mientras que el potasio mejora la resistencia de los vegetales a las enfermedades y al estrés climático. El calcio ayuda a estructurar las células vegetales, y el magnesio juega un papel clave en la formación de la clorofila. El hierro, por su parte, es la estrella discreta, indispensable para la fotosíntesis: sin hierro, es imposible tener plantas saludables. Así que, después de las erupciones, aunque al principio no sea necesariamente bonito, a menudo termina por dar tierras hiper fértiles donde todo crece como nunca.
Las cenizas volcánicas presentan muchos pequeños espacios y cavidades que las hacen muy ligeras y aireadas. Cuando se mezclan con el suelo, crean una estructura a la vez porosa y estable, una especie de mini laberinto lleno de pasajes que permiten que el aire, el agua y las raíces de las plantas circulen con facilidad. Esta circulación impulsa el aporte de oxígeno, lo cual es esencial para la respiración de los organismos que viven en la tierra, así como para que las raíces puedan respirar y desarrollarse mejor. Menos compactación, mejor drenaje, en resumen: un suelo en mejor estado para cultivar plantas felices.
Las cenizas volcánicas atraen naturalmente a toda una multitud de micro-organismos y de pequeñas criaturas beneficiosas para el suelo, como bacterias o hongos beneficiosos. Estos pequeños trabajadores contribuyen a descomponer la materia orgánica y a hacerla más accesible para las raíces de las plantas. En resumen, al alimentar esta micro-fauna, las cenizas crean condiciones ideales para una vida subterránea activa. Cuanto más trabajan estos microbios, más fértil y acogedor se vuelve el suelo para vegetales en plena forma.
Las cenizas volcánicas, gracias a su textura porosa, hacen que el suelo sea más fácil de trabajar y permiten que las raíces se establezcan y se desarrollen mejor. También mejoran la capacidad del suelo para retener agua: el agua permanece disponible por más tiempo para las plantas, limitando los daños durante los períodos secos. En cuanto a la erosión, su presencia estabiliza la superficie del suelo gracias a su efecto regulador sobre su estructura, lo que protege los terrenos contra el escurrimiento excesivo durante las lluvias. Un suelo así mejorado por las cenizas se vuelve simplemente más cómodo para las plantas que crecen en él.
Aquí tienes la traducción al español: "Algunas cenizas volcánicas, gracias a su estructura y composición química, retienen el agua de manera eficaz, lo que permite a las plantas resistir más durante períodos de sequía."
Después de la erupción del monte Saint Helens en 1980 en los Estados Unidos, la regeneración vegetal fue sorprendentemente rápida: las cenizas volcánicas favorecieron un crecimiento más dinámico de las plantas en los años siguientes.
Históricamente, las cenizas volcánicas han contribuido al desarrollo de las civilizaciones antiguas, especialmente en América Central, donde los suelos enriquecidos por las erupciones volcánicas permitían cosechas abundantes para las poblaciones locales.
Los viticultores de la región de Canarias cultivan las vides en suelos volcánicos, donde las cenizas volcánicas contribuyen a crear un microclima único y una mineralidad característica de los vinos producidos.
La mayoría de los cultivos se benefician de los nutrientes presentes en las cenizas volcánicas. Sin embargo, las plantas muy sensibles a ciertas sustancias presentes en las cenizas (en particular el flúor o algunos metales pesados) pueden requerir un aporte controlado y prudente.
En algunos casos sí; por ejemplo, los altos niveles de flúor o metales pesados presentes en ciertas cenizas pueden ser a veces nocivos para las plantas o los animales. Es necesario analizar previamente la composición química de las cenizas antes de su aplicación agrícola a gran escala.
Esto depende en gran medida del clima, de la cantidad y del grosor de los depósitos. Algunos suelos cubiertos de cenizas finas pueden volverse fértiles en solo unos meses a unos años, mientras que capas más gruesas pueden requerir varias décadas antes de ser completamente explotables.
Sí, existen en el mercado enmiendas naturales a base de cenizas volcánicas finamente molidas, que se venden para enriquecer jardines y cultivos. Sin embargo, es preferible verificar siempre el origen y la composición de estas cenizas con el fabricante.
La ceniza volcánica corresponde a pequeñas partículas pulverizadas emitidas durante una erupción, mientras que la lava representa la roca fundida y fluida que fluye del volcán. Mientras que la lava se endurece rápidamente al contacto con el aire o el agua, la ceniza puede ser transportada lejos del volcán y enriquecer suelos muy distantes.

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