Juana de Arco estaba convencida de escuchar voces porque afirmaba recibir mensajes de santos, en particular del arcángel San Miguel, de Santa Catalina y de Santa Margarita, quienes la guiaban en su misión de liberar a Francia durante la Guerra de los Cien Años.
A principios del siglo XV, Francia está en plena guerra de los Cien Años contra los ingleses, en un contexto político caótico: el reino está dividido entre diferentes facciones políticas y militares, con el rey Carlos VII cuestionado. En este clima muy religioso, las creencias en Dios, en la Providencia y en las intervenciones divinas en las vidas humanas son tomadas muy en serio por toda la sociedad. La frontera entre lo sobrenatural y lo ordinario es muy difusa, y oír voces santas o recibir apariciones se considera posible y creíble. Juana misma crece en este contexto profundamente cristiano, rodeada de historias de santos, milagros y apariciones místicas. La Iglesia católica juega entonces un papel central en la vida cotidiana, enmarcando las creencias, las actitudes y la comprensión del mundo. Es en este marco, marcado por expectativas espirituales muy fuertes y una visión mística común, que Juana comienza a oír las voces que atribuye, en particular, a santa Catalina, santa Margarita y san Miguel.
Los científicos piensan hoy en día que Juana de Arco podría haber tenido ciertos trastornos psicológicos o neurológicos. Entre las hipótesis más discutidas se encuentra la epilepsia temporal, una forma específica de epilepsia que a veces desencadena alucinaciones y experiencias místicas muy intensas. Algunos también hablan de una posible forma de esquizofrenia, que a menudo provoca voces que se oyen de manera clara y distinta, con una impresión de certeza absoluta. A esto se suma también el posible papel de un contexto psicológico particular: se describe a Juana como una adolescente aislada, religiosa y sometida a una gran presión emocional, y esto podría haber acentuado una predisposición a escuchar esas voces tan convincentes. La autosugestión también podría haber jugado un papel, al reforzar su profundo sentimiento de misión divina.
En el siglo XV, escuchar voces podía provocarte dos reacciones radicalmente opuestas: la santidad o la brujería. En esta época profundamente religiosa, las voces y visiones se tomaban a menudo como signos divinos, con Dios o los santos dirigiéndose directamente a ciertas personas elegidas. Pero cuidado, todo dependía del contexto y de la interpretación de las autoridades religiosas: una alucinación también podía verse como la obra del diablo. Era frecuente que jóvenes mujeres, en particular, afirmaran escuchar voces santas y fueran inicialmente respetadas, antes de correr el riesgo de ser declaradas herejes si eso incomodaba al poder establecido. Juana de Arco, por su parte, navegaba constantemente entre estos dos polos: calificada alternativamente de santa bendecida por Dios y luego cuestionada, sospechada y finalmente condenada por herejía antes de ser rehabilitada en el siglo siguiente. En esa época, una visión religiosa validada podía catapultarte a heroína nacional, pero una interpretación errónea te enviaba directo a la hoguera.
Jeanne afirmaba que recibía directamente de sus voces divinas órdenes precisas sobre sus decisiones militares. Por ejemplo, ellas le dieron la idea de ir a Orléans, donde su presencia y sus consejos estratégicos permitieron levantar un asedio crucial en solo unos días. Fue nuevamente bajo el impulso de estas voces que tomó el camino a Reims para hacer coronar a Carlos VII, un gesto político decisivo que reforzó considerablemente la credibilidad de este rey ante todo el país. En cuanto dudaba o debía elegir entre varias opciones militares o diplomáticas, Jeanne decía consultar a sus voces antes de cualquier decisión final. Es claro que estas voces influían realmente en todo en ella: desde la elección de las rutas precisas hasta la de las tropas a movilizar. Para Jeanne, estas voces divinas, identificadas como las de San Miguel, Santa Catalina y Santa Margarita, nunca eran puestas en duda, eran su brújula absoluta para todas sus decisiones.
A pesar de su juventud y de su total falta de experiencia militar, Juana logró galvanizar a las tropas francesas, que estaban desmoralizadas; muchos creyeron ver en esta capacidad excepcional la prueba del origen divino de sus visiones.
Hoy en día, Juana de Arco es a la vez una santa cristiana celebrada por la Iglesia católica, una heroína nacional francesa y una figura central estudiada en psicología, mostrando cómo una misma experiencia puede tener múltiples interpretaciones culturales y científicas.
Las neurociencias sugieren que las experiencias auditivas como las de Juana de Arco podrían estar relacionadas con descargas eléctricas particulares en ciertas regiones del cerebro, especialmente en la corteza auditiva y los lóbulos temporales.
En la época de Juana de Arco, la Iglesia medieval era prudente con respecto a las personas que afirmaban escuchar voces divinas: algunas eran santificadas, otras consideradas herejes; este contexto explica la vulnerabilidad particular de Juana durante su juicio.
Las reacciones a las voces de Juana fueron variadas: algunas autoridades y partidarios las consideraron como inspiradas divinamente, reforzando así su legitimidad y su carisma militar. Por el contrario, los adversarios y jueces de su juicio condenaron estas voces como producto del Diablo o prueba de herejía, apoyándose en estas acusaciones para desacreditarla y, finalmente, condenarla.
Según las transcripciones de su juicio, Juana afirmaba que sus voces le daban instrucciones bastante específicas sobre sus acciones militares y políticas, en particular sobre la necesidad de liberar a Francia de los ingleses y de coronar a Carlos VII en Reims. Sin embargo, su grado exacto de precisión sigue siendo objeto de diversas interpretaciones históricas.
Diversos especialistas contemporáneos sugieren que Juana de Arco pudo haber sufrido alucinaciones auditivas debido a ciertas condiciones como la epilepsia temporal, un estado psicótico pasajero o un trastorno disociativo relacionado con el intenso estrés que experimentaba. Sin embargo, no existe ninguna certeza médica absoluta, solo hipótesis basadas en análisis históricos y psicológicos.
En el contexto espiritual del siglo XV, era natural para una persona piadosa como Juana atribuir fenómenos inexplicables a una fuente divina o espiritual. La aparición de santos como santa Catalina o san Miguel, figuras respetadas y populares en la época, se explica por la fuerte influencia religiosa de este período y por su propio bagaje cultural y espiritual.
No. En la época medieval, escuchar voces o tener visiones a menudo se interpretaba como un signo de conexión divina o espiritual. Muchos místicos y figuras religiosas informaban experiencias similares que eran generalmente aceptadas y valoradas en su contexto cultural y religioso.
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