Se encuentran fósiles marinos en la cima de las montañas porque éstas se formaron a partir de sedimentos marinos que fueron levantados y plegados a lo largo del tiempo por los movimientos tectónicos de la corteza terrestre.
Los fósiles marinos son simplemente restos o huellas de organismos marinos vivos (conchas, peces, corales...) que han quedado atrapados y conservados en sedimentos durante mucho tiempo. Con el tiempo, estos sedimentos, como el barro o la arena depositados en el fondo del mar, se convierten en rocas sedimentarias. Los organismos enterrados – cuando todo va bien – acaban mineralizándose: sus materias orgánicas son reemplazadas por minerales como el carbonato de calcio, lo que da origen a esos fósiles bien sólidos que encontramos hoy. Así es como animales marinos muy antiguos pueden dejar una huella casi eterna, incluso en lugares que hoy están muy lejos de los océanos.
Nuestra Tierra, bajo nuestros pies, no es una gran esfera inmóvil. En realidad, su corteza está dividida en muchos pedazos gigantescos llamados placas tectónicas, que flotan tranquilamente sobre una capa más caliente y blanda del manto terrestre, un poco como trozos de galleta flotando sobre chocolate derretido. Con el tiempo, estas placas se mueven lentamente —lo llamamos deriva de los continentes— unos pocos centímetros al año. No parece un cambio enorme, pero después de millones de años, ¡se acumula mucho! Cuando estas placas se encuentran o se frotan entre sí, pueden formar cadenas montañosas, provocar terremotos o incluso hacer surgir volcanes. Son precisamente estos desplazamientos de placas los que explican que trozos de fondos oceánicos, con sus fósiles marinos, se encuentren hoy en día a miles de metros de altitud.
La corteza terrestre no es fija: se mueve constantemente, sostenida por placas gigantes que llamamos placas tectónicas. Cuando dos de estas placas colisionan, una a veces se desliza por debajo de la otra — esto se llama subducción. La placa hundida se funde gradualmente en las profundidades calientes del manto. En cuanto a la que está encima, se pliega, se eleva y se comprime, formando poco a poco cadenas montañosas: así es como se produce la orogénesis, el nacimiento de relieves en la superficie. Estos procesos lentos y poderosos explican cómo fondos oceánicos, que alguna vez estuvieron llenos de numerosas pequeñas criaturas marinas que más tarde se convertirán en fósiles, pueden finalmente terminar su camino allá arriba en la cima de las montañas.
Imagina que la corteza terrestre es un enorme rompecabezas, formado por grandes placas rocosas flotando en la superficie del manto subyacente. Cuando dos de estas placas chocan, a veces ocurre que una placa compuesta de fondos marinos es empujada y levantada hacia arriba, encontrándose progresivamente en la cima de las montañas. Con este levantamiento lento pero poderoso (algunos milímetros a centímetros por año), los sedimentos marinos y fósiles que se habían acumulado en estos antiguos fondos oceánicos se encuentran elevados en altitud. Los Alpes o el Himalaya son ejemplos conocidos de estos paisajes montañosos donde hoy se pueden encontrar conchas, corales y otras criaturas marinas fosilizadas allá arriba, muy lejos de su lugar de origen bajo el mar.
El hallazgo de fósiles marinos en la cima de las montañas fue uno de los argumentos clave que llevó a la aceptación por parte de la comunidad científica de la teoría de la tectónica de placas en el siglo XX.
El Everest, la cumbre más alta del mundo, contiene fósiles marinos de hace varios cientos de millones de años, ¡lo que prueba que alguna vez fue un fondo marino!
Ciertas Alpes suizas están repletas de conchas fósiles que datan de hace más de 200 millones de años, cuando estas cumbres aún estaban sumergidas por un antiguo océano llamado Téthys.
Un fósil marino emblemático encontrado en la montaña es la amonita: una criatura marina extinta relacionada con los cefalópodos actuales (como los pulpos), particularmente abundante hace unos 150 millones de años.
No, no todas las montañas contienen necesariamente fósiles marinos. Esto depende de su origen geológico: solo las montañas que provienen de la elevación de fondos oceánicos o de procesos similares pueden contenerlos.
Sí, en las cadenas montañosas en formación como los Alpes o el Himalaya, se encuentran comúnmente fósiles marinos. Estos fósiles atestiguan que estas montañas fueron en otro tiempo fondos oceánicos que han sido elevados por las fuerzas tectónicas.
La buena conservación de los fósiles marinos se debe a menudo a condiciones propicias, como una rápida cobertura por sedimentos pobres en oxígeno que limitan así la descomposición. Posteriormente, el levantamiento de las rocas en las montañas expone estos fósiles bien preservados a los ojos de los geólogos y montañistas.
La tectónica de placas se refiere al movimiento de las grandes placas de la corteza terrestre. Explica que los fondos marinos pueden ser empujados gradualmente hacia arriba, formando cadenas montañosas. Por eso, hoy en día se encuentran fósiles marinos en altitudes elevadas, lejos de cualquier mar actual.
La datación de un fósil marino se realiza generalmente mediante el método radiométrico, que analiza la radiactividad de ciertos isótopos contenidos en las rocas adyacentes. El estudio de la capa geológica donde se encuentra el fósil también permite obtener una estimación relativa a otros eventos conocidos.
Nadie ha respondido este cuestionario todavía, ¡sé el primero!' :-)
Question 1/5