Los romanos utilizaban símbolos y signos, como amuletos, estatuillas o inscripciones, para proteger su hogar porque creían en la existencia de espíritus y fuerzas sobrenaturales que podían influir en su vida diaria. Estas protecciones se suponía que traían suerte, salud y seguridad a su hogar y su familia.
En los romanos, el hogar familiar (llamado focus en latín) ocupaba un lugar muy importante. Era el centro claramente simbólico y afectivo de la casa, un poco como el corazón de la familia. Se honraba a los Lares, una especie de espíritus protectores de los antepasados, y a Vesta, la diosa del fuego y del hogar. Concretamente, este hogar estaba representado por un fuego sagrado siempre mantenido. Era alrededor de él donde la familia vivía, comía y practicaba sus rituales diarios. Mantenerlo encendido significaba garantizar seguridad, protección y prosperidad para toda la casa. Para un romano, apagar este fuego sagrado era casi un sacrilegio, sinónimo de desastres venideros o de mala suerte. Esto indica cuán importante era esa pequeña llama en la vida cotidiana.
En Roma, la casa no solo era un alojamiento, sino también un lugar protegido por divinidades domésticas llamadas Lares y Pénates. Los Lares, una especie de espíritus protectores de los ancestros, velaban por la seguridad del hogar, mientras que los Pénates estaban allí para garantizar el bienestar material y la prosperidad familiar. Cada día, las familias dejaban pequeñas ofrendas (vino, comida o flores) frente a un pequeño altar doméstico para favorecer su protección. Estos rituales diarios tranquilizaban a los romanos y reforzaban su confianza en la benevolencia de estas divinidades domésticas.
Los romanos a menudo utilizaban símbolos particulares como medio de protección, y cada símbolo tenía su propia historia. Por ejemplo, la figura de la serpiente era considerada protectora, símbolo de prosperidad y guardiana del hogar contra las malas influencias. La rama de laurel, por su parte, simbolizaba la pureza y se colocaba en las puertas para alejar a los malos espíritus. Y luego estaba la famosa mano llamada "Mano Fico", un gesto protector que se suponía alejaba el mal de ojo y traía suerte a toda la casa. Sin olvidar el famoso símbolo del falo, que en la época no solo servía para hacer reír, sino que se utilizaba muy en serio como un poderoso signo apotropaico, es decir, para ahuyentar maldiciones y asegurar fertilidad y riqueza en el hogar.
Los romanos dibujaban regularmente símbolos en las puertas o en las paredes para ahuyentar a los malos espíritus y atraer la suerte. Cada mañana, saludaban y honraban a sus Lares, pequeñas figuritas colocadas en un altar personal en casa, a veces incluso ofreciéndoles un poco de comida. Una costumbre tan común como rápida, ya que no necesitaba de una gran ceremonia cada día. A menudo se llevaban colgadas al cuello o en la muñeca pequeñas amuletos llamados bullae, que se suponía protegían de los peligros cotidianos. En cada momento importante de la vida diaria, como un viaje o un nacimiento, se verificaba que estos signos protectores estuvieran bien visibles y colocados correctamente, para estar tranquilos.
Los Lares, dioses romanos guardianes del hogar, eran honrados cada día con pequeñas ofrendas como granos, frutas o un poco de vino para asegurar su benevolencia y protección constante.
La serpiente, símbolo de fertilidad y protección para los romanos, aparecía con frecuencia en las representaciones murales domésticas para atraer buena salud y prosperidad al hogar.
La puerta de entrada de las casas romanas a menudo estaba protegida por amuletos esculpidos y decorados llamados 'bulla', que eran llevados principalmente por los niños para alejar a los malos espíritus.
Cuando se instalaban en una nueva casa, los romanos realizaban un ritual llamado 'lectisternium', durante el cual se preparaba una mesa con comida para acoger favorablemente a los dioses protectores.
Los romanos solían colocar objetos simbólicos como pequeños altares, amuletos o imágenes pintadas de deidades protectoras cerca del fuego doméstico, a menudo en el atrio o la cocina, con el fin de asegurar continuamente la protección del hogar y de sus habitantes.
Sí, algunos símbolos romanos todavía subsisten parcialmente en nuestra cultura contemporánea, como el uso del herradura que trae suerte o ciertos gestos simbólicos como tocar madera, prácticas derivadas de antiguas creencias relacionadas con la protección doméstica.
El hogar doméstico, simbolizado por la llama perpetua del fuego sagrado dedicado a la diosa Vesta, representaba la continuidad familiar y la protección divina. Apagar este fuego se consideraba un mal presagio, mientras que mantener su llama significaba prosperidad y una protección constante.
La mayoría de los romanos, independientemente de su estatus social, recurrían a símbolos protectores. No obstante, los materiales y la sofisticación de los signos utilizados podían variar en calidad y abundancia según el estatus social o los medios económicos de las familias.
Los principales dioses domésticos romanos eran los Lares y los Penates. Los Lares protegían la casa y la familia, mientras que los Penates velaban por la despensa y traían la abundancia.
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