Engordamos al envejecer debido a una disminución del metabolismo basal y la pérdida de masa muscular, lo que suele resultar en un aumento de la masa grasa.
Al envejecer, tu cuerpo quema naturalmente menos calorías incluso en reposo: esto se llama el metabolismo basal. Este fenómeno comienza en la treintena y se acentúa gradualmente después. Concretamente, después de esa edad, cada década que pasa generalmente hace que tu metabolismo disminuya alrededor de 2 a 3 %. Así, con una alimentación igual, tu cuerpo almacena más fácilmente lo que comes en forma de grasa corporal, lo que explica que puedas ganar peso al envejecer, sin cambiar tus hábitos alimenticios. Para simplificar, gastas menos, por lo tanto, almacenas más.
Con los años, tu equilibrio hormonal cambia bastante: menos hormonas de crecimiento, disminución de la testosterona en los hombres y caída de los estrógenos durante la menopausia en las mujeres. Todo esto favorece una ganancia de grasa, especialmente en el área del vientre. Las hormonas tiroideas, que juegan un papel en tu metabolismo, también pueden disminuir ligeramente, haciendo que tu cuerpo sea menos eficiente para quemar calorías. En resumen, un verdadero cóctel hormonal que hace que tu cuerpo almacene grasa más fácilmente y la pierda más difícilmente que antes.
Con la edad, nos movemos naturalmente menos que antes: tendemos a volvernos más sedentarios. El trabajo en la oficina, el coche, la jubilación y una rutina tranquila reducen poco a poco nuestras oportunidades diarias de gastar energía. Sin embargo, menos movimiento regular también significa menos calorías quemadas. Por lo tanto, nos encontramos fácilmente acumulando un poco demasiado de energía en reserva, que se transforma poco a poco en grasa. Esta disminución progresiva de la actividad influye mucho en el aumento de peso a lo largo de los años.
A medida que envejecemos, nuestros músculos tienden naturalmente a desvanecerse poco a poco. Este fenómeno se llama sarcopenia, una palabra complicada que solo significa que después de los treinta, perdemos progresivamente masa muscular. Esta pérdida muscular reduce nuestro gasto de energía en reposo, y cuanto menos músculo tenemos, menos calorías quemamos de forma natural. Resultado: el cuerpo acumula grasas más fácilmente. Además, la menor cantidad de músculos debilita nuestra capacidad para permanecer activos durante mucho tiempo o para practicar ciertos deportes de manera efectiva. Este círculo vicioso nos empuja a movernos menos, lo que favorece un aumento de peso a largo plazo.
Con los años, adquirimos malos hábitos sin darnos cuenta: picar frente a la tele, comer más en restaurantes, o concedernos más a menudo alimentos muy ricos en azúcares o grasas. Estos pequeños deslices acaban pesando mucho en la balanza. Además, nuestro estilo de vida cambia, nos movemos menos, pasamos más tiempo sentados, con menos actividades al aire libre. ¿Resultado? Comemos lo mismo, incluso más, pero quemamos notablemente menos energía. Esta combinación conduce poco a poco a un aumento de peso duradero, especialmente en la zona del abdomen. Los hábitos de sueño irregulares o insuficientes también favorecen el almacenamiento de grasas, actuando sobre hormonas responsables del apetito y la saciedad, y eso no ayuda a mantener la figura.
La disminución de las hormonas sexuales, como el estrógeno en las mujeres y la testosterona en los hombres a lo largo de los años, a menudo conduce a una acumulación aumentada de grasa, especialmente localizada en la zona del abdomen.
Con la edad, la sensación de sed tiende a disminuir, lo que a menudo provoca una hidratación insuficiente. Sin embargo, beber suficiente agua favorece la sensación de saciedad y puede ayudarte a mantener un peso óptimo.
Estudios indican que la privación regular y repetida del sueño puede alterar las hormonas del apetito, aumentando la ghrelina (hormona del hambre) y disminuyendo la leptina (hormona de la saciedad), lo que conduce a un aumento de peso significativo a largo plazo.
El estrés crónico aumenta la hormona cortisol, también llamada hormona del estrés, favoreciendo el almacenamiento de grasas, especialmente alrededor de la cintura. Gestionar el estrés a través de actividades relajantes puede, por lo tanto, jugar un papel importante en el control del peso con el envejecimiento.
Absolutamente, el estrés crónico contribuye al aumento del cortisol, una hormona que favorece el almacenamiento de grasas, especialmente en la zona abdominal. Manejar eficazmente el estrés a través de técnicas de relajación o actividades físicas regulares es esencial para prevenir el aumento de peso relacionado con la edad.
Claro, aquí tienes la traducción al español: Sí, priorizar los alimentos ricos en fibra, las verduras y frutas frescas, las proteínas magras y los alimentos con baja densidad calórica puede ayudar a controlar el peso. Una alimentación equilibrada permite evitar el exceso calórico que frecuentemente acompaña los cambios metabólicos de la edad.
No, las mujeres generalmente experimentan un aumento de peso más notable en el momento de la menopausia, debido a cambios hormonales importantes como la disminución de los estrógenos, mientras que los hombres tienden a experimentar un aumento de peso lento y progresivo, a menudo asociado con una disminución de la testosterona con la edad.
La práctica regular de actividades físicas, especialmente el fortalecimiento muscular o el entrenamiento de fuerza adaptado, ayuda de manera eficaz a preservar o aumentar la masa muscular, ralentizando así la pérdida relacionada con la edad, conocida como sarcopenia.
No, aunque el envejecimiento conlleva naturalmente diversos cambios hormonales y metabólicos que favorecen el aumento de peso, adoptar una alimentación equilibrada y mantener un estilo de vida activo permite prevenir o limitar significativamente este aumento de peso.
El metabolismo basal generalmente comienza a ralentizarse ligeramente a partir de los 30 años, y esta disminución se acentúa progresivamente después de los 40 años. Este ralentizamiento natural facilita el aumento de peso si los hábitos alimenticios o la actividad física no se adaptan con el tiempo.
Nadie ha respondido este cuestionario todavía, ¡sé el primero!' :-)
Question 1/5