La Guerra de las Dos Rosas en Inglaterra duró más de 30 años debido a las luchas de poder entre las casas de Lancaster y de York por el trono, lo que llevó a enfrentamientos violentos y a una persistente inestabilidad política.
El conflicto tiene su origen en una fragilidad crónica del poder real. Durante mucho tiempo, la autoridad del rey se basaba en gran medida en la lealtad de una nobleza poderosa, con grandes familias como los Lancaster o los York que poseían suficientes tierras y ejércitos privados para desafiar el trono real. A veces, cuando un rey moría joven o sin un heredero claro, era el comienzo de los problemas. Esta incertidumbre provocaba regularmente crisis de sucesión, creando simplemente condiciones perfectas para la guerra civil. A fuerza de disputas familiares, el poder real se volvía muy debilitado frente a esos nobles ambiciosos, que aprovechaban todas las oportunidades para aumentar su influencia personal a expensas de la estabilidad del reino.
Aunque la Guerra de las Dos Rosas era principalmente un asunto inglés, los países vecinos no se privaron de entrometerse de vez en cuando. Francia, por ejemplo, veía en estos conflictos una buena oportunidad para mantener a Inglaterra bastante ocupada y evitar que viniera a molestar en el continente. Así, el rey francés Luis XI a veces apoyaba discretamente, ya sea financiera o políticamente, a una u otra facción para prolongar un poco el desorden. Lo mismo sucedía con el ducado de Borgoña, donde el duque Carlos el Temerario también jugaba a las alianzas y las intrigas, apoyando principalmente a los yorkistas, con el fin de frenar el poder francés. Todo este pequeño entramado añadía combustible al fuego y ayudaba a mantener la situación inestable durante bastante tiempo.
Durante la Guerra de las Dos Rosas, los nobles cambiaban de bando con frecuencia, un verdadero juego de sillas musicales. Algunos, como el famoso conde de Warwick, eran apodados los "hacedores de reyes" tanto era la influencia que sus cambios de alianzas tenían en el curso del conflicto. Esta falta de lealtad política provenía sobre todo de cálculos personales: cada uno quería fortalecer su propio territorio y sus privilegios. Esto resultaba en batallas donde nadie sabía realmente en quién confiar. Además, los matrimonios entre familias rivales provocaban aún más enredos y hacían que las alianzas fueran tan duraderas como un castillo de naipes. ¡No es de extrañar que toda esta gente pasara más de treinta años dándose golpes!
Estos treinta años de guerra han sacudido seriamente la vida cotidiana de los ingleses: campos destruidos, cultivos abandonados y comercio en caída libre. Al reclutar soldados entre los campesinos, la agricultura sufrió un duro golpe, y muchos pueblos quedaron desiertos o completamente vacíos de sus habitantes. Paralelamente, no es sorprendente que el comercio se ralentizara: rutas menos seguras, mercados en pánico y comerciantes prefiriendo cerrar sus negocios antes que arriesgar sus vidas. Un número creciente de personas se encontraba así en la precariedad, lo que intensificaba los rencores y empujaba a más gente hacia las armas para ganarse la vida. Esta espiral infernal debilitó aún más el poder real ya maltratado, haciendo evidentemente más fácil la reanudación regular de los enfrentamientos.
A diferencia de lo que se suele pensar, la Guerra de las Dos Rosas no era llamada así por los contemporáneos del conflicto, que la percibían como una simple rivalidad dinástica. Hoy en día, sin embargo, este nombre otorga una imagen romántica y poética a este sangriento conflicto.
La famosa serie de televisión 'Game of Thrones' de George R.R. Martin se inspira en parte en el caos político y las intrigas asociadas a la Guerra de las Dos Rosas.
Henri Tudor, quien puso fin a la guerra al ascender al trono en 1485, se casó con Isabel de York, uniendo simbólicamente a las dos casas enemigas. Su hijo, Enrique VIII, sigue siendo uno de los monarcas más famosos (y controvertidos) de Inglaterra.
La batalla de Towton (1461), considerada como la más sangrienta de Inglaterra, habría involucrado hasta 50,000 hombres, con más de 20,000 víctimas según las estimaciones históricas.
Diferentes potencias extranjeras, en particular Francia, Borgoña o Escocia, a menudo han apoyado a una u otra de las facciones rivales para debilitar a Inglaterra. Estas intervenciones externas han prolongado los conflictos al mantener tensas las relaciones políticas internas.
La guerra concluyó con la derrota de Ricardo III, de la casa de York, en la batalla de Bosworth en 1485. Enrique Tudor, un Lancastre distante, ganó el trono bajo el nombre de Enrique VII, unificando así las dos casas gracias a su matrimonio con Isabel de York, lo que simbólicamente puso fin al conflicto.
El poder real se encontraba debilitado por una serie de reinados débiles o contestados, una serie de crisis sucesorias, así como una inestabilidad crónica debida a rivalidades entre las grandes familias nobles. Esto provocó una falta de un poder centralizado fuerte, permitiendo que las ambiciones personales se expresaran libremente, prolongando así los conflictos.
La guerra de las Dos Rosas enfrentó principalmente a dos grandes casas de Inglaterra: la casa de Lancaster, simbolizada por una rosa roja, y la casa de York, simbolizada por una rosa blanca. El conflicto fue esencialmente motivado por reivindicaciones contradictorias del trono de Inglaterra.
Sí, la guerra ha afectado profundamente la economía inglesa al debilitar el comercio, la agricultura y las actividades productivas del reino. Los conflictos frecuentes han generado incertidumbre, empobrecido muchas regiones y retrasado de manera significativa el desarrollo económico.

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