La civilización de Caral-Supe prosperó en los Andes debido a su capacidad para explotar los recursos agrícolas de los valles fértiles, dominar la irrigación para garantizar cosechas abundantes, y establecer un sistema social y político organizado que favoreció el desarrollo y la prosperidad de la sociedad.
La civilización de Caral-Supe se desarrolló en un valle fértil cerca del río Supe, en Perú. Los antepasados de Caral pronto comprendieron el interés de asentarse allí: podían cultivar fácilmente gracias a los suelos ricos en nutrientes, acceder sin problemas al agua dulce esencial para la agricultura y su consumo diario, y aprovechar recursos variados provenientes de las montañas y del mar, a solo unos kilómetros de distancia. Esta proximidad tanto marítima como montañosa también permitía diversificar en gran medida su alimentación y asegurar los suministros en caso de imprevistos climáticos. En resumen, habían elegido el lugar perfecto para crecer rápidamente sin demasiadas dificultades.
La civilización de Caral-Supe supo dominar sistemas de irrigación particularmente ingeniosos para la época. Al desviar las aguas de los ríos cercanos a través de canales bien pensados, pudieron cultivar sus tierras de manera intensiva. En cuanto a la agricultura, cultivaron principalmente calabazas, algodón y maíz, cultivos perfectamente adaptados al clima seco de la región. La producción de algodón fue, en particular, un verdadero éxito: lo utilizaban no solo para fabricar textiles, sino también para comerciar con regiones más distantes. Su gestión inteligente del agua les permitía hacer prosperar cosechas generosas incluso en temporada seca, garantizando una alimentación estable durante todo el año.
La civilización de Caral-Supe estaba bien organizada, con una sociedad jerárquica clara donde cada uno sabía lo que tenía que hacer. En la parte superior, élites gobernantes controlaban los recursos, supervisaban las obras públicas y organizaban la distribución de alimentos. Gracias a esta forma de organización eficiente, miles de personas lograban vivir juntas sin demasiadas preocupaciones. Todo giraba en torno a un sistema politico-religioso donde los dirigentes probablemente tenían roles tanto políticos como espirituales, reforzando su influencia sobre la población. Esta estabilidad permitía movilizar fácilmente a trabajadores para proyectos comunes importantes, como la construcción de pirámides monumentales o canales de riego.
Los habitantes de Caral-Supe pronto comprendieron el interés de intercambiar con sus vecinos. Habían establecido una red comercial bastante sólida con sus regiones vecinas, intercambiando algodón, el principal producto local muy demandado, por recursos variados que no tenían directamente en casa. Se podían encontrar, por ejemplo, peces y conchas provenientes de la costa, maíz o incluso piedras preciosas de las montañas. Gracias a este comercio organizado, reforzaron su economía y mejoraron su nivel de vida. Estos intercambios también les permitían mantener relaciones pacíficas regulares con las otras comunidades regionales, favoreciendo una cierta estabilidad y prosperidad duradera.
Los habitantes de Caral-Supe tenían un verdadero dominio para construir edificios monumentales como pirámides escalonadas, grandes plazas circulares y enormes centros ceremoniales. Sabían planificar sus espacios con cuidado, creando una organización urbana clara y eficiente alrededor de un eje central, lo que permitía una circulación fácil entre los edificios. Las técnicas utilizadas son testimonio de un gran conocimiento de la resistencia a los sismos frecuentes en los Andes: cimientos sólidos, muros reforzados y una disposición ingeniosa para limitar los daños. ¡Y todo eso, sin herramientas metálicas, sin rueda y sin animales de carga! No está mal, ¿verdad? Este saber hacer arquitectónico permitió a Caral-Supe convertirse en una sociedad estable durante siglos, un verdadero modelo de ciudad organizada en los Andes antiguos.
Instrumentos musicales de más de 4000 años han sido descubiertos en Caral, como flautas hechas de hueso de cóndor o de cañas, lo que indica un notable desarrollo cultural y ceremonial.
La civilización de Caral-Supe ya era capaz de cultivar alimentos esenciales como frijoles, calabaza y aguacate gracias a un avanzado sistema de irrigación por canales mucho antes que muchas civilizaciones europeas.
Los habitantes de Caral construyeron pirámides monumentales, algunas alcanzando más de 20 metros de altura, utilizadas principalmente para ceremonias religiosas y sociales.
Aunque prosperó durante casi mil años, la civilización de Caral-Supe declinó misteriosamente alrededor de 1800 a.C., posiblemente debido a condiciones climáticas desfavorables o a la alteración de las redes comerciales.
La civilización de Caral-Supe prosperó principalmente entre 3000 y 1800 antes de nuestra era, lo que la convierte en una de las civilizaciones más antiguas de América y contemporánea de civilizaciones antiguas como las de Egipto o Mesopotamia.
La civilización Caral-Supe cultivaba esencialmente productos como el algodón, los frijoles, el maíz, las calabazas y los tubérculos, aprovechando inteligentemente los recursos y desarrollando técnicas agrícolas adaptadas a su entorno montañoso árido.
Hasta la fecha, no se ha descubierto ninguna prueba concreta de un sistema de escritura en Caral-Supe. Sin embargo, contaban con un sistema complejo de comunicación basado en patrones y símbolos arquitectónicos, así como en el uso de quipus, un dispositivo de cuerdas anudadas utilizado para la gestión administrativa y económica.
Caral-Supe es considerada única, ya que hasta la fecha es una de las civilizaciones urbanas más antiguas descubiertas en América del Sur, y testifica sobre una organización social y política sofisticada, sin signos aparentes de conflictos o de dominación militar importante.
La civilización Caral-Supe se caracteriza por sus notables innovaciones arquitectónicas, su agricultura avanzada basada en sistemas de riego sofisticados, así como por una extensa red de intercambios comerciales con otras regiones andinas.
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