Cuando la piel entra en contacto con un cubito de hielo, la temperatura de la piel disminuye rápidamente. Las terminaciones nerviosas reaccionan enviando señales de dolor al cerebro, creando la sensación de quemadura.
Cuando tu piel entra en contacto con un frío extremo como un hielo, tu organismo actúa muy rápido para limitar los daños. Inmediatamente, los vasos sanguíneos de la superficie se contraen, lo que se llama vasoconstricción. Esta maniobra reduce la circulación sanguínea cerca de la piel para preservar tu temperatura interna y proteger tus órganos vitales. Pero si el contacto frío persiste, esto conduce a un aporte insuficiente de oxígeno a los tejidos superficiales. Resultado: la piel puede volverse roja, blanquecina, e incluso azulada, y rápidamente sentir una sensación similar a una quemadura. No es una quemadura térmica clásica, solo una reacción intensa de tus tejidos al estrés del frío extremo.
En tu piel, tienes un montón de pequeños sensores llamados receptores sensoriales. Algunos, como los termorreceptores, detectan las variaciones de temperatura. Cuando un cubito de hielo muy frío toca tu piel, esos receptores se activan al máximo y transmiten una señal muy intensa hasta el cerebro. Allí arriba, estas señales extremas a veces se interpretan como un dolor similar al provocado por una quemadura. En otras palabras, tu cerebro recibe tanta información inusual de golpe que confunde esta sensación helada con una verdadera quemadura. Por eso, tocar algo muy frío puede darte la extraña impresión de que está "caliente" o incluso de que tu piel "quema".
Cuando un cubito de hielo toca la piel, ocurre un fenómeno simple: un transferencia térmica, en otras palabras, tu piel pierde muy rápidamente su calor a favor del cubito de hielo, que está mucho más frío. Como tu cuerpo intenta constantemente mantenerse alrededor de 37 grados, percibe esta brusca caída de temperatura como una agresión. El calor corporal migra hacia el cubito de hielo para equilibrar las temperaturas, pero dado que el cubito de hielo se mantiene frío (se derrite lentamente), el frío sigue "succionando" tu calor corporal. Resultado: la zona de contacto se enfría rápidamente y provoca esta sensación paradójica de ardor por el frío, ya que tu piel, acostumbrada a temperaturas menos extremas, reacciona al intenso choque térmico.
Cada uno siente de manera diferente la sensación de frío extremo debido a varios factores. Tu genética juega un papel clave: algunos tienen naturalmente más receptores nerviosos sensibles al frío. El grosor de la piel, que varía de una persona a otra, también afecta esta sensibilidad: cuanto más fina sea tu piel, más rápido sentirás una molestia helada intensa. Tu hábito también añade su toque: si trabajas a menudo o durante mucho tiempo en un ambiente frío, tu piel estará mejor preparada, por lo tanto, será menos sensible. Y luego, la edad es importante, ya que una piel joven y fina generalmente reacciona más al contacto extremo con el frío que una piel madura, más acostumbrada a las variaciones. Finalmente, tu estado actual (fatiga, estrés, circulación sanguínea) potencia o reduce la percepción del frío como ardiente.
La primera cosa que hay que hacer es retirar el hielo y calentar suavemente la zona afectada con el calor natural de tus manos o sumergiendo la piel en agua a temperatura ambiente (ni caliente ni helada). Evita sobre todo frotar violentamente, la piel ya está irritada y sensible, sería peor que mejor. Seca la piel dando suaves toques con una toalla limpia. Si puedes, aplica una crema hidratante o reparadora para calmar la sensación y acelerar la regeneración de tu piel. Evita a toda costa usar calor directo (tipo secador de pelo o calefacción fuerte), eso agita aún más los nervios ya dañados y ralentiza la recuperación. Ten cuidado de no exponer la zona afectada a grandes cambios de temperatura en las horas siguientes. Si notas ampollas, un dolor inusual o que el aspecto de la piel empeora claramente, no dudes en consultar rápidamente a un profesional de la salud.
Los receptores sensoriales responsables de la sensación de frío también están involucrados en la percepción de calor intenso, lo que explica por qué el cerebro a veces confunde el frío extremo con la sensación de ardor.
Algunas partes del cuerpo, como las yemas de los dedos, los dedos de los pies, la punta de la nariz o las orejas, son más sensibles a las sensaciones extremas de frío porque su circulación sanguínea es más limitada.
La aplicación directa de un cubito de hielo durante demasiado tiempo sobre la piel puede provocar lo que se llama una quemadura por frío, que daña los tejidos al reducir bruscamente el flujo sanguíneo local.
Los deportistas a menudo utilizan el frío específico, llamado crioterapia, para recuperarse más rápidamente después de una lesión muscular o ligamentosa, aprovechando el frío para reducir la inflamación y el dolor.
Una quemadura por frío (también llamada congelación) ocurre cuando una zona de la piel se expone a temperaturas extremadamente bajas, bloqueando la circulación sanguínea hacia los tejidos afectados. En cambio, una quemadura térmica causada por el calor proviene de un aumento excesivo de la temperatura que daña directamente los tejidos. Aunque las sensaciones pueden parecer similares, sus mecanismos biológicos difieren claramente.
Es esencial detener inmediatamente la exposición al frío y luego calentar suavemente la piel sumergiéndola en agua tibia, evitando cualquier agua muy caliente para no agravar las lesiones. Evite masajear o frotar vigorosamente la piel afectada. Si los daños parecen severos o permanentes, consulte de inmediato a un profesional de la salud.
Sí, algunas personas presentan una sensibilidad aumentada al frío, especialmente aquellas que padecen el síndrome de Raynaud, trastornos circulatorios u otras afecciones dermatológicas como la dermatitis atópica. Algunos medicamentos también pueden incrementar la sensibilidad de la piel frente al frío intenso.
Los signos típicos incluyen piel pálida, adormecida, e incluso blanquecina o endurecida. Al calentar suavemente la piel, pueden aparecer dolor, hormigueo y enrojecimiento. En casos graves, también pueden presentarse ampollas u edema, lo que requiere una consulta médica.
En general, se recomienda no exceder unos pocos segundos a un minuto para evitar el riesgo de quemaduras por frío o daños en los tejidos cutáneos. Cuanto más tiempo la piel esté en contacto con el frío intenso, mayor será el riesgo.
Nadie ha respondido este cuestionario todavía, ¡sé el primero!' :-)
Question 1/5