La niebla se disipa cuando sale el sol porque la radiación solar calienta el aire y la superficie terrestre, provocando un aumento de la temperatura y una evaporación más rápida de las gotas de agua que componen la niebla.
En la mañana, los rayos del sol calientan suavemente el aire y la superficie terrestre, desencadenando poco a poco la evaporación de las finas gotas de agua flotando en el aire. El calor solar aporta energía a las moléculas de agua, lo que les permite pasar lentamente de un estado líquido a un estado gaseoso. Como resultado, las diminutas gotas que componen la niebla comienzan a desaparecer, la visibilidad aumenta y el paisaje hasta entonces borroso recupera poco a poco sus contornos nítidos. Cuanto más sube el sol en el cielo, más se acelera este proceso, transformando gradualmente esta densa bruma en un vapor casi invisible.
Durante la noche, pequeñas gotas de agua flotan en el aire y forman la niebla. Cuando llega el sol, calienta estas pequeñas gotas, dándoles la energía necesaria para pasar del estado líquido al gaseoso: es la evaporación. Al calentarse, estas gotas se vuelven más ligeras, se mezclan con el aire caliente circundante y se dispersan gradualmente. Poco a poco, la humedad contenida en la niebla se diluye en la atmósfera, hasta que desaparece por completo. El fenómeno depende en gran medida de la temperatura y un poco del viento: cuanto más suave y ligeramente agitado esté el aire, más rápido desaparece todo esto.
Cuando la temperatura sube, el aire se calienta poco a poco y comienza a absorber más fácilmente la humedad. Resultado: las pequeñas gotas de agua que forman la niebla vuelven a evaporarse en vapor invisible, desaparecen progresivamente. En resumen, la niebla que parecía densa y tenaz hace unos minutos termina evaporándose en cuanto aparece el sol, gracias al rápido calentamiento del suelo y del aire ambiente. Este fenómeno de calentamiento matutino rompe el equilibrio precario entre condensación y evaporación, favoreciendo claramente la evaporación. Cuanto más calor hace, más se acelera. Es exactamente el mismo principio que una charca de agua desapareciendo en la acera caliente bajo el sol (menos evidente, por supuesto).
El viento es un actor principal porque mezcla el aire húmedo con aire seco, lo que ayuda mucho a ahuyentar la niebla. Cuanto más fuerte sopla, más rápido se dispersa la niebla. Por el contrario, cuando el aire está muy tranquilo, la niebla puede permanecer más tiempo pegada al suelo. La humedad del aire ambiente también influye mucho: si el aire ya está cargado de humedad, entonces la niebla tenderá a quedarse, incluso con el sol calentando. Además, una fina capa de nubes por la noche limita incluso la formación de la niebla, haciendo que su disipación matutina sea generalmente más rápida.
Algunas regiones, como la costa californiana en los Estados Unidos, se benefician regularmente de una niebla llamada 'costera' que desempeña un papel ecológico positivo, aportando humedad y frescura a una fauna y flora específicas.
La niebla más densa jamás registrada ocurrió en Londres en 1952. Este fenómeno, llamado 'El Gran Smog', duró varios días y causó cientos de muertes debido a la contaminación atmosférica extrema.
El color blanquecino de la niebla se debe a la difusión de la luz por diminutas gotas de agua suspendidas en el aire; esta misma difusión también reduce considerablemente la visibilidad.
En navegación aérea, la niebla es un fenómeno meteorológico crítico: su presencia requiere el uso de sistemas específicos como los enfoques instrumentales para aterrizar de manera segura.
Algunas regiones favorecen la formación de niebla debido a elementos geográficos (valles, proximidad a ríos o mares), climáticos (baja circulación de aire, fuertes variaciones de temperatura entre el día y la noche) o a actividades humanas como la contaminación.
Sí, incluso sin la intervención directa del sol, otras condiciones como una brisa ligera o una variación de la humedad ambiente permiten que la niebla se disipe. Sin embargo, el calor y la luminosidad aportados por el sol suelen acelerar su disipación.
Varios factores pueden prolongar su duración: temperaturas bajas persistentes, una humedad muy elevada, la ausencia de viento o un contexto geográfico particular, como un valle, que impide el desplazamiento rápido de las masas de aire.
La diferencia entre niebla y bruma radica esencialmente en la visibilidad. Se habla de niebla si la visibilidad horizontal es inferior a un kilómetro. En caso contrario, con una visibilidad superior, se trata más bien de bruma.
Por la mañana, las temperaturas suelen ser las más frescas del día. La humedad presente en el aire puede condensarse en pequeñas gotas visibles, formando la niebla. Esta se disipa gradualmente al salir el sol con el aumento de la temperatura.
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Question 1/5