Los diamantes se forman bajo alta presión porque esta presión elevada es necesaria para que los átomos de carbono se cristalicen en una estructura compacta y ordenada, característica del diamante.
El diamante y el grafito están constituidos únicamente por carbono, pero su diferencia radica sobre todo en su organización interna. En el diamante, cada átomo de carbono está fuertemente unido a otros cuatro átomos para formar una especie de jaula muy densa en tres dimensiones: es esta organización la que le da al diamante su dureza excepcional. Para estabilizar este tipo de estructura muy compacta, se necesitan condiciones extremas, especialmente en términos de presión. Por el contrario, en el grafito, los átomos de carbono forman más bien capas planas que se deslizan fácilmente unas sobre otras porque no están muy fuertemente unidas entre estas capas: por eso puedes escribir o dibujar con un lápiz sobre papel sin esforzarte. Para que el carbono elija la estructura del diamante en lugar de la del grafito, debe estar sometido a una enorme presión que acerque lo suficiente a los átomos para formar enlaces muy sólidos y estables.
Para que el carbono se convierta en diamante, necesita una presión enorme. Bajo la superficie terrestre, esta presión comprime fuertemente los átomos de carbono para que se organicen en una red sólida y muy ordenada: el diamante. Sin esta compresión extrema, el carbono generalmente prefiere convertirse en grafito, que es más estable a baja presión. Lo que realmente marca la diferencia es que bajo alta presión, los átomos de carbono no tienen opción, deben adoptar la disposición compacta y regular que caracteriza esta estructura ultra resistente. ¿No hay suficiente presión? Los átomos se sienten más cómodos en una disposición blanda en capas deslizantes: el grafito. Es precisamente este apriete intenso lo que impide este aflojamiento, formando así la estructura rígida y excepcional del diamante.
Para formar un diamante, el carbono debe ser sometido a una combinación muy particular: una temperatura extremadamente alta, generalmente entre 900 y 1400 grados Celsius, y una presión enorme para cristalizar correctamente. Este calor intenso "impulsa" la energía de los átomos de carbono, permitiéndoles superar sus hábitos tranquilos de organización en grafito u otras formas carbonadas clásicas para organizarse en una estructura estable de diamante. En resumen, bajo estas altas temperaturas, los átomos se mueven tan rápido que pueden reorganizar fácilmente sus enlaces en cristales robustos. Sin esta asociación de calor y presión extrema, el carbono prefiere adoptar una forma más relajada, como el grafito, en lugar de la del valioso diamante.
El diamante y el grafito son ambos compuestos de carbono, pero ¿por qué uno es precioso y brillante, mientras que el otro permanece oscuro y quebradizo? Todo se juega durante su formación: para dar lugar a diamantes, los átomos de carbono deben ser comprimidos muy fuertemente a gran profundidad, en un entorno tanto muy caliente como sometido a una enorme presión. Resultado: los átomos se organizan en una estructura ultra-compacta y sólida. El grafito, en cambio, aparece donde la presión es más baja. Por lo tanto, sus átomos permanecen dispuestos en capas superpuestas fáciles de separar —exactamente lo que lo hace práctico en tu lápiz. Otras formas de carbono, como el carbón, provienen simplemente de restos vegetales comprimidos en el subsuelo a temperaturas y presiones moderadas. Nunca alcanzan las condiciones extremas necesarias para los diamantes.
Los diamantes se forman generalmente en zonas profundas bajo la corteza terrestre, a unos 150 a 200 kilómetros bajo nuestros pies. Allí, el manto terrestre ofrece las condiciones perfectas: altas temperaturas y una enorme presión. Típicamente, es en rocas llamadas kimberlitas o lamproitas donde se encuentran los diamantes. Estas rocas magmáticas muy particulares ascienden rápidamente a la superficie, capturando en el proceso diamantes ya formados en profundidad. Como resultado, obtenemos estas famosas chimeneas o tubos volcánicos llenos de diamantes, los famosos "tubos de kimberlita". También existen diamantes formados en zonas tectónicas extremas, como donde una placa terrestre se hunde bajo otra (llamada zona de subducción), provocando presiones colosales que a veces permiten esta cristalización excepcional del carbono.
Existe un planeta llamado '55 Cancri e', situado a aproximadamente 40 años luz de la Tierra, que los astrónomos creen que está compuesto principalmente de carbono en forma de diamante. ¡Este planeta exótico sería, por lo tanto, literalmente un gigantesco diamante orbitando alrededor de su estrella!
Los diamantes no son eternos, a diferencia de la expresión popular: en realidad, colocados en un ambiente rico en oxígeno y sometidos a temperaturas muy altas, pueden quemarse y transformarse en dióxido de carbono gaseoso.
Los diamantes solo llegan a la superficie de la Tierra de forma natural gracias a erupciones volcánicas particulares, llamadas erupciones kimberlíticas, que son capaces de transportar estos cristales desde profundidades de hasta 200 kilómetros.
Los científicos ahora pueden crear diamantes artificialmente en laboratorio al reproducir las condiciones extremas de presión y temperatura que se encuentran naturalmente en el manto terrestre. ¡Estos diamantes sintéticos comparten exactamente las mismas propiedades físicas y químicas que los diamantes naturales!
Los científicos estudian especialmente las inclusiones minerales contenidas en los propios diamantes. Estos minerales incluidos pueden ser datados y analizados químicamente, lo que permite determinar con precisión las condiciones de presión, temperatura y profundidad a las que se formaron los diamantes bajo la corteza terrestre.
Sí, probablemente existen diamantes en el espacio y en otros cuerpos celestes. Estudios científicos sugieren la presencia de diamantes en planetas como Urano o Neptuno, donde condiciones extremas de presión y calor pueden transformar el carbono en diamante. También se han identificado diminutos diamantes cósmicos en algunos meteoritos.
Sí, las técnicas modernas permiten hoy en día crear artificialmente diamantes de alta calidad. Estos procesos, como el método HPHT (Alta Presión y Alta Temperatura) o la CVD (Deposición Química de Vapor), reproducen en el laboratorio las condiciones extremas necesarias para su formación natural.
Los diamantes naturales se forman generalmente durante períodos extremadamente largos, que varían desde varios cientos de millones hasta más de mil millones de años. Este proceso ocurre lentamente, bajo alta presión y a temperaturas elevadas, a profundidades significativas bajo la superficie terrestre.
Aunque el grafito y el diamante están formados por átomos de carbono idénticos, su disposición atómica es completamente diferente. El diamante tiene una estructura tetraédrica sólida que se forma bajo alta presión y temperatura, lo que hace que su estructura sea extremadamente rígida y transparente. El grafito posee una estructura de capas apiladas débilmente unidas entre sí, lo que le confiere su apariencia opaca y su textura quebradiza.
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