La ciudad de Pompeya fue sepultada bajo las cenizas del Vesubio en el año 79 después de Cristo debido a la erupción volcánica de este último. Las cenizas y las proyecciones volcánicas cubrieron la ciudad, preservándola pero causando la muerte de muchos habitantes.
El Vesubio es un volcán situado en el sur de Italia, muy cerca de Nápoles, nacido del fenómeno de subducción. En resumen, es la placa africana la que se hunde lentamente bajo la placa euroasiática, y este descenso hace que el magma suba hacia la superficie. El Vesubio pertenece a la categoría de volcanes llamados explosivos, capaces de expulsar violentas nubes ardientes, grandes cantidades de cenizas y gases tóxicos. Antes de la famosa erupción del año 79, este volcán había estado durmiendo durante varios siglos y su peligrosa actividad volcánica había sido en gran medida olvidada por los habitantes locales. Sin embargo, mantenía bajo una gruesa capa de roca una cámara magmática bien llena, lista para brotar bruscamente a la menor ocasión.
La erupción comenzó la mañana del 24 de agosto de 79, con una explosión impresionante que proyectó un gigantesco hongo de gas, cenizas y piedras volcánicas hasta aproximadamente 30 kilómetros en el aire. Este penacho, visible desde muy lejos, cubrió rápidamente la región con una capa espesa de cenizas calientes que se acumuló en copos densos, oscureciendo el cielo como una noche súbita. Después de algunas horas de intensa actividad explosiva, el penacho se colapsó bajo su propio peso, provocando una serie de nubes ardientes, una especie de mezcla infernal de gases ardientes, polvos y rocas que descendían por las laderas a toda velocidad. Estas corrientes incandescentes, alcanzando temperaturas de alrededor de 400 a 500 °C, se desataron directamente hacia la ciudad de Pompéi y la sumergieron, engullendo todo a su paso. En apenas 24 horas, toda la ciudad quedó enterrada bajo varios metros de depósitos volcánicos. El entierro fue repentino, implacable, y congeló la ciudad y a sus habitantes en un instante conmovedor.
El Vesubio había acumulado durante cientos de años una enorme cantidad de magma viscoso y rico en gas, listo para explotar violentamente. En el momento de la erupción, el viento soplaba hacia el sureste, empujando gran parte de las cenizas y piedras pómez directamente hacia Pompeya. La ciudad, situada a menos de diez kilómetros, se encontró directamente bajo la lluvia incandescente. Además, la duración de la erupción (casi 24 horas completas) contribuyó al impresionante grosor de los depósitos, alcanzando a veces varios metros en poco tiempo. Y por último, los habitantes no tomaron realmente en serio los precursores de la erupción, lo que no ayudó a evacuar rápidamente la ciudad.
El día de la erupción, los habitantes de Pompeya se encontraron de repente en un verdadero caos. Desde las primeras horas, una intensa lluvia de piedra pómez y cenizas les cae sobre la cabeza. Algunos deciden huir rápidamente, pero muchos quedan atrapados por el pánico o por sus casas cuyas techos se derrumban bajo el peso de los materiales volcánicos. En muy poco tiempo, las calles se ven invadidas por escombros, impidiendo cualquier intento organizado de evacuación. Nubes ardientes (una especie de avalanchas ardientes compuestas de gas y piedras), ultra rápidas y mortales, bajan del Vesubio a casi 100 km/h y alcanzan la ciudad. Los habitantes que permanecieron en el lugar mueren asfixiados, quemados o aplastados. Toda la ciudad está sepultada bajo varios metros de cenizas y rocas volcánicas, conservando así edificios, bienes, animales y víctimas exactamente como estaban en el momento de la tragedia.
Uno de los testimonios históricos más famosos es el de Plinio el Joven, un romano que relata la catástrofe en dos cartas dirigidas al historiador Tácito. Describe una gran nube oscura en forma de árbol que se eleva muy alto en el cielo y lluvias de cenizas que lo cubren todo. Gracias a él, incluso se ha dado el término erupción pliniana a este tipo de evento volcánico explosivo.
En el ámbito arqueológico, Pompeya ofrece pruebas increíblemente precisas: los moldes de yeso de los habitantes congelados en las posiciones de su muerte muestran bien la violencia repentina de la catástrofe. Muchas frescos bien conservados y objetos de la vida cotidiana encontrados también nos cuentan en detalle cómo vivían los pompeyanos justo antes del drama. Estos elementos concretos y conmovedores nos dan una visión clara del caos y la tragedia que habían atrapado a esta ciudad antigua en tan solo unas horas.
La famosa erupción del Vesubio en el año 79 no solo sepultó Pompeya: también destruyó otras ciudades antiguas, como Herculano y Estabia.
Moldes de yeso de las víctimas de Pompeya, creados al rellenar las cavidades dejadas en las cenizas, permiten hoy en día descubrir de manera precisa los últimos instantes de estos habitantes.
Después de la erupción del Vesubio, la ciudad de Pompeya permaneció sepultada durante aproximadamente 1700 años antes de ser redescubierta por azar en el siglo XVIII.
Antes de la erupción mayor del año 79, los habitantes de la región probablemente ignoraban que el Vesubio era un volcán, ya que no había tenido una actividad notable durante cientos de años.
Gracias a la excepcional conservación del sitio, los arqueólogos han descubierto frescos de gran riqueza, espléndidas mosaicos, utensilios domésticos, cuerpos moldeados de víctimas en yeso, así como valiosa información sobre la vida cotidiana de los romanos de la época antigua.
Es difícil establecer con precisión el número de supervivientes, pero es cierto que algunas personas lograron escapar a tiempo. Sin embargo, las pruebas arqueológicas y los testimonios históricos, como las cartas de Plinio el Joven, indican que muchos perecieron en el lugar.
La ciudad fue sepultada bajo varios metros de cenizas volcánicas y piedra pómez, lo que permitió proteger los edificios, los objetos cotidianos e incluso a algunas víctimas del aire, la humedad y el tiempo. Estas condiciones excepcionales permitieron a los arqueólogos desenterrar una ciudad notablemente preservada.
Sí, el Vesubio sigue siendo un volcán activo. Aún hoy en día representa un riesgo real para la región de Nápoles, que es una de las zonas volcánicas más vigiladas del mundo. Los planes de emergencia se actualizan regularmente para proteger a la población en caso de actividad volcánica inminente.
La erupción del Vesubio del año 79 duró aproximadamente dos días completos. Comenzó el 24 de agosto (fecha generalmente aceptada, aunque algunas fuentes mencionan octubre) y provocó rápidamente la destrucción masiva de la ciudad y sus alrededores.
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