Los pájaros migratorios recorren largas distancias cada año para encontrar recursos alimenticios abundantes, escapar de las condiciones climáticas desfavorables y encontrar sitios propicios para la reproducción.
Cada año, las aves migratorias sienten una fuerte necesidad interna relacionada con su reloj biológico interno. Este reloj, regido en gran parte por la duración del día (lo que se llama fotoperíodo), provoca una agitación llamada Zugunruhe, o "impaciencia migratoria". En resumen, los pájaros se ponen nerviosos y sienten la necesidad de moverse en momentos específicos del año. Factores hormonales también entran en juego: cambios en sus niveles de hormonas, como la melatonina o diversas hormonas sexuales, desencadenan estos desplazamientos masivos. Este fenómeno biológico los impulsa a llegar a lugares específicos, a menudo los mismos cada año, para reproducirse o pasar el invierno en lugares más ricos en alimentos, optimizando así sus posibilidades de supervivencia y reproducción.
El clima guía directamente las migraciones: cuando se acerca el invierno, la comida disminuye drásticamente en algunas regiones frías como el norte de Europa o Siberia. Los insectos mueren o se esconden, las bayas y semillas escasean. Las aves migratorias se dirigen entonces directamente hacia zonas más cálidas, llenas de recursos en ese momento preciso. Por el contrario, en primavera, cuando las regiones septentrionales vuelven a calentarse, la comida reaparece abundantemente. Las aves regresan entonces en sentido contrario hacia esos territorios que han vuelto a ser acogedores. Algunas aves incluso se mueven según la cantidad de lluvia, buscando zonas más húmedas donde los gusanos e insectos proliferan. Su instinto las empuja a seguir estas variaciones de clima y de disponibilidad alimentaria para asegurar su supervivencia.
Las aves migratorias confían primero en sus capacidades físicas: acumulan mucha grasa antes de partir, un verdadero depósito energético para soportar la distancia. Durante el vuelo, a menudo practican el vuelo planeado, aprovechando las corrientes de aire caliente ascendentes para ahorrar su energía al máximo. Algunas especies incluso adoptan la técnica del vuelo en formación en V, que reduce los esfuerzos de cada uno al permitir beneficiarse del efecto protector de las turbulencias creadas por los que van al frente. Otra estrategia es que utilizan puntos de referencia naturales, como los ríos o las cadenas montañosas, y saben orientarse gracias al sol, a las estrellas, o incluso al campo magnético terrestre. Por último, su migración se rige por pausas regulares: estas paradas les permiten alimentarse, recuperarse y recargar energías antes de retomar su viaje.
Cada año, millones de aves emprenden el camino para migrar, pero este gran viaje está lejos de ser un paseo sin peligro. En su camino, deben enfrentarse a la fatiga extrema, a las inclemencias del tiempo y a una falta regular de alimento. Muchas agotan sus reservas de energía y algunos incluso pueden morir en el camino debido al agotamiento total. Las tormentas violentas complican su trayecto y pueden obligar a grupos enteros a desviarse de su ruta, aumentando así las distancias a recorrer. Y luego, están los depredadores: desde rapaces hasta animales terrestres que aprovechan la oportunidad para atrapar a las aves exhaustas. La contaminación lumínica de las ciudades a menudo trastorna sus puntos de referencia habituales, llevándolas a veces al corazón de zonas urbanas peligrosas. Sin olvidar los obstáculos creados por la actividad humana: edificios acristalados, antenas, aerogeneradores... tantos trampas invisibles responsables cada año de la muerte de numerosos migradores. En cuanto a las actividades humanas como la caza o la destrucción de ciertos hábitats esenciales como las zonas húmedas, complican aún más su recorrido. En resumen, migrar se vuelve rápidamente complicado y puede incluso convertirse en algo realmente arriesgado para un ave.
Los pájaros migratorios, por sus desplazamientos regulares, influirán claramente en la biodiversidad de las regiones que atraviesan. A menudo son vectores importantes para las semillas, ayudando así a que algunas plantas crezcan en lugares lejanos. Sus excrementos sirven de abonos naturales, fertilizando los suelos y modificando a pequeña escala el crecimiento vegetal. Pero también transportan a veces parásitos y enfermedades, lo que puede llevar a impactos negativos en las poblaciones locales de aves u otros animales. Estas migraciones también crean picos estacionales donde muchos depredadores aprovechan la presencia temporal de los pájaros migratorios, lo que modifica durante un tiempo toda la cadena alimentaria. Su ausencia temporal, en cambio, puede disminuir la presión sobre ciertas especies o recursos, ofreciendo así un tiempo de respiro valioso a algunos ecosistemas.
Algunas especies de aves migratorias son capaces de volar durante varios días seguidos sin detenerse, gracias a su excepcional capacidad para almacenar energía en forma de grasa.
Los pájaros migratorios utilizan diferentes modos de navegación combinados (sol, estrellas, campo magnético terrestre y referencias geográficas) para encontrar cada año su destino exacto a miles de kilómetros de distancia.
Durante las migraciones, algunas aves vuelan en formaciones en V para reducir la resistencia del aire, ahorrando así hasta un 20 a 30% de su energía.
El récord de vuelo sin escalas lo tiene la gaviota roja, capaz de recorrer hasta 11,000 km sin aterrizar para alimentarse o descansar.
Actualmente, la gaviota rufa tiene el récord de la migración más larga sin pausas registrada. Puede volar alrededor de 11,000 kilómetros sin detenerse, conectando Alaska con Nueva Zelanda en solo 8 a 10 días de vuelo continuo.
Algunas especies de aves pueden efectivamente dormir en vuelo, adoptando fases cortas de sueño uni- o bihemisférico (una mitad o la totalidad del cerebro a la vez). Esta habilidad les permite recorrer grandes distancias mientras limitan su fatiga.
La mayoría de las especies generalmente siguen rutas de migración similares cada año, pero los trayectos exactos pueden variar. Factores como la disponibilidad de alimento, las condiciones meteorológicas o los cambios ambientales suelen influir en las rutas precisas que toman las aves migratorias de un año a otro.
Sí, el cambio climático impacta notablemente las migraciones. Algunas especies modifican sus trayectorias, abandonan sus áreas de reproducción más temprano o más tarde, o prolongan su período de residencia en regiones que antes solo se recorrían temporalmente. Estas adaptaciones pueden tener consecuencias importantes en los ecosistemas atravesados, así como en las poblaciones de aves mismas.
Los pájaros utilizan diversos mecanismos de orientación para guiarse durante sus viajes migratorios. A menudo combinan puntos de referencia visuales (paisajes, cursos de agua), campos magnéticos terrestres a través de una especie de brújula interna, o la posición del sol y de las estrellas para ajustar su trayectoria.
Nadie ha respondido este cuestionario todavía, ¡sé el primero!' :-)
Question 1/5