Las plantas se comunican entre sí a través de señales bioquímicas para intercambiar información sobre las condiciones ambientales, como los ataques de depredadores o los cambios climáticos, con el fin de desencadenar respuestas adaptativas.
Frente a condiciones ambientales difíciles, las plantas utilizan señales químicas para "advertir a sus vecinas". Por ejemplo, en caso de sequía, algunas liberan una hormona llamada ácido abscísico que avisa a las vecinas de cerrar sus estomas (pequeñas aberturas en sus hojas) para ahorrar agua. En períodos de frío intenso, se emiten sustancias específicas para provocar un estado de resistencia al frío en las plantas cercanas. La comunicación bioquímica permite, por lo tanto, a los vegetales adaptarse colectivamente a situaciones estresantes como la sequía, el calor intenso o las heladas, aumentando así sus posibilidades de supervivencia en grupo.
Cuando una planta es roída por un herbívoro, no se queda sin reaccionar. Libera rápidamente señales bioquímicas que sirven de alarma para prevenir las partes intactas e incluso las plantas vecinas. Resultado: todas estas plantas comienzan a producir sustancias tóxicas o repelentes para desalentar a quien las come.
Estas señales circulan por las hojas, los tallos, a veces incluso por las raíces o en el aire, para que todo el vecindario sepa que hay un peligro cercano. Algunas plantas son incluso capaces de reconocer, a través de estas señales, qué animal en particular las ataca, y adaptan precisamente su defensa en consecuencia. Bastante ingenioso como reacción, ¿no?
Las plantas utilizan moléculas como la auxina o las citosinas para hablar discretamente entre ellas y organizar su crecimiento. Estos mensajeros bioquímicos circulan por la planta para gestionar las prioridades: ralentizar o acelerar un brote, orientar las hojas hacia la luz o estimular el desarrollo radicular en caso de necesidad. Por ejemplo, cuando las raíces encuentran una buena reserva de agua o nutrientes, envían señales hacia arriba para que las hojas y los tallos crezcan más. Estos intercambios también les permiten evitar una competencia innecesaria, para que cada una pueda crecer en las mejores condiciones. Es simple: las plantas "se hablan" en silencio, pero con eficacia.
Las plantas liberan señales químicas específicas para atraer a diversos organismos que les brindan servicios valiosos. Por ejemplo, al enviar ciertos compuestos odoríferos, invitan a insectos polinizadores como las abejas o las mariposas a venir a buscar néctar y, al mismo tiempo, dispersar su polen. De la misma manera, cuando son atacadas por herbívoros, producen moléculas volátiles que alertan a depredadores naturales como las avispas parasitoides. Estos últimos vienen entonces a ayudar indirectamente al eliminar a los insectos que las devoran. ¡Bajo tierra también ocurren este tipo de intercambios! Las raíces emiten de hecho sustancias especiales para atraer hongos benéficos llamados micorrizas o ciertas bacterias capaces de ayudar a captar los nutrientes del suelo. Gracias a estas interacciones y señales químicas, las plantas establecen toda una serie de asociaciones ganar-ganar con los otros seres vivos que las rodean.
Las plantas captan información sobre la disponibilidad de agua, nutrientes o luz, y se comunican químicamente para gestionar estos recursos de la mejor manera. Si algunas raíces sienten la presencia importante de vecinos, la planta puede modificar su comportamiento orientando su crecimiento hacia áreas menos ocupadas para no entrar en competencia innecesariamente. Esta estrategia permite, entre otras cosas, evitar el desperdicio de energía desarrollando hojas o raíces en lugares ya saturados. Al comunicarse entre sí, logran así repartirse mejor el espacio y los recursos disponibles para garantizar su supervivencia sin demasiados problemas.
Los árboles de una misma especie pueden intercambiar nutrientes y señales bioquímicas a través de sus raíces, gracias a una red subterránea compleja de hongos llamada red micorrízica.
Cuando una planta sufre estrés por sequía, libera compuestos químicos que advierten a sus vecinas, las cuales reducen entonces su uso de agua para anticiparse y sobrevivir mejor a esta difícil condición ambiental.
Ciertas señales bioquímicas liberadas por las plantas atacadas atraen específicamente a depredadores naturales de los plagas, convirtiendo así a los enemigos de sus enemigos en valiosos aliados.
Algunas plantas alertan a sus vecinas de un ataque de insectos al liberar moléculas volátiles específicas, lo que permite a las plantas cercanas producir rápidamente defensas químicas incluso antes de ser atacadas.
Sí. Las plantas también emiten señales químicas para atraer organismos beneficiosos, por ejemplo, atrayendo insectos depredadores de herbívoros dañinos o bacterias que favorecen su crecimiento.
Muchas especies vegetales se comunican de esta manera, pero los árboles como el acacia o el abedul, así como algunas plantas agrícolas como el maíz y los tomates, son ejemplos particularmente bien estudiados por su intensa comunicación bioquímica en respuesta a los estrés ambientales y a los ataques de herbívoros.
Las plantas utilizan principalmente dos modos de difusión para sus mensajes químicos: por vía aérea a través de compuestos volátiles llamados compuestos orgánicos volátiles (COV), y por vía subterránea a través de moléculas que circulan en las raíces o de redes simbióticas formadas con hongos micorrízicos.
¡Absolutamente! Por ejemplo, cuando una planta percibe señales bioquímicas que indican una falta de agua o una competencia aumentada por los nutrientes, adapta su crecimiento radicular y aéreo, reduciendo así la competencia directa con otras plantas para optimizar el uso de los recursos disponibles.
Sí, las plantas poseen un sistema de percepción que les permite detectar los cambios ambientales y las amenazas, especialmente a través de señales químicas emitidas por otras vegetales. Esta capacidad de "sentir" el entorno les permite adaptar de manera efectiva su crecimiento y su respuesta al estrés.
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