Algunas especies de insectos se camuflan imitando a otros organismos para protegerse de los depredadores al confundirse con su entorno, lo que les permite escapar de la depredación y sobrevivir.
Algunos insectos se esconden imitando elementos de su entorno para evitar convertirse en el almuerzo del día. La polilla del abedul, por ejemplo, posee un camuflaje que imita perfectamente la corteza de los árboles, lo que engaña la visión de los pájaros hambrientos. Otros, como ciertas especies de orugas, van aún más lejos haciéndose pasar por ramas o hojas muertas. Este tipo de disfraz permite a los insectos ser casi invisibles: sus depredadores pasan frente a ellos sin notarlos. Incluso hay quienes imitan organismos peligrosos o tóxicos como las avispas (mimetismo batesiano), para hacer creer a los atacantes potenciales que no son comestibles, e incluso que son arriesgados de morder. En fin, para muchos bichos, es mejor parecerse a otra cosa que a su propio menú, bajo pena de terminar como un bocadillo prematuro.
Algunos bichos juegan claramente la carta del disfraz para pasar desapercibidos ante sus presas. Es el caso, por ejemplo, de algunas mantis religiosas capaces de imitar la apariencia de una flor o una hoja: tranquilas, inmóviles, simplemente esperan a que un insecto goloso venga a alimentarse por los alrededores para atraparlo de un golpe seco. La misma estrategia engañosa se observa en las arañas cangrejo, que se camuflan en las flores gracias a sus colores similares para atrapar a los polinizadores distraídos que vienen a alimentarse. La imitación visual permite a estos pequeños depredadores permanecer totalmente invisibles hasta el último segundo, aumentando así considerablemente su tasa de éxito en la caza.
En algunas especies de insectos, imitar la apariencia o el comportamiento de otros organismos les permite seducir más fácilmente a sus parejas reproductivas. Por ejemplo, algunas mariposas adoptan los colores vivos de especies tóxicas: esto atrae mucho más la atención de las parejas y las hace particularmente atractivas. Otros insectos llevan el vicio hasta parecerse a una flor: las parejas potenciales, creyendo ver una fuente interesante de alimento o simplemente estimuladas por esta similitud, se lanzan directamente hacia ellos. Como resultado, estos pequeños astutos camuflados aumentan considerablemente sus posibilidades de encontrar una pareja rápidamente, mientras evitan la energía perdida en un cortejo demasiado largo.
Algunos insectos adoptan el aspecto de plantas u otros organismos para acceder tranquilamente a recursos valiosos sin despertar sospechas. Por ejemplo, algunas mariposas imitan a la perfección flores a las que solo ciertas abejas tienen acceso normalmente, lo que les permite sorber tranquilamente néctar. Otras especies, como algunos insectos-palo, se parecen tanto a ramitas que acceden sin problemas a los brotes jóvenes y a las hojas frescas mientras evitan la competencia. El camuflaje es, por tanto, una especie de pase VIP hacia recursos alimentarios privilegiados.
Algunas especies de insectos utilizan el mimetismo para integrarse tranquilamente en grupos de otras especies que viven en comunidad. Por ejemplo, ciertos escarabajos se parecen a las hormigas para disfrutar tranquilamente de su hospitalidad. Obtienen fácilmente comida, protección y calor sin mucho esfuerzo. Estos pequeños astutos engañan incluso a las hormigas obreras gracias a sus olores o apariencias similares. En resumen, viven como compañeros de piso discretos y aprovechan al máximo las interacciones sociales de sus anfitriones, ¡sin nunca pagar el alquiler!
Algunas polillas adoptan patrones que parecen ojos de depredadores en sus alas; una técnica eficaz para desanimar a los pájaros que podrían querer atacarlas.
El fásmido hoja tiene una semejanza tan impresionante con una hoja real que llega a imitar la apariencia de mordeduras y daños en su cuerpo para engañar eficazmente a los depredadores.
El sírfido, una mosca completamente inofensiva, a menudo se disfraza de avispa o de abeja para aprovecharse de su mala reputación y así disuadir a los depredadores.
Unos escarabajos llamados cetonas a veces imitan la apariencia y el olor de las abejas para poder disfrutar de manera discreta y segura de las reservas de néctar floral.
El mimetismo observado en los insectos es esencialmente una característica genética resultado de la selección natural a lo largo de la evolución. Los insectos generalmente no aprenden conscientemente a imitar, sino que poseen esta capacidad innata en su patrimonio genético.
Sí, el mimetismo podría atraer más a ciertos depredadores especializados o confundir a los posibles compañeros durante el apareamiento. Por lo tanto, existe un cierto equilibrio evolutivo entre los beneficios y las desventajas de esta estrategia.
Algunos insectos pueden cambiar de apariencia en diferentes etapas de su vida, como las orugas que se convierten en mariposas. Sin embargo, la mayoría adopta una apariencia mimética específica y definitiva una vez que son adultos.
Los insectos a menudo imitan vegetales (hojas muertas, ramitas), otros insectos (hormigas, abejas), o incluso depredadores temidos por sus enemigos (serpientes, arañas).
Los depredadores también evolucionan y pueden desarrollar estrategias de detección mejoradas, como una mejor percepción sensorial, una observación más aguda o el aprendizaje por experiencia, para detectar a los insectos miméticos a pesar de su camuflaje.
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